La Fed sigue mareando la perdiz en materia de tipos
Artículos, 07 de septiembre de 2016
La conferencia bancaria global que anualmente se celebra a finales de agosto en Jackson Hole, Wyoming, viene a representar el pistoletazo de salida de la última etapa anual de política monetaria no solo de la Fed sino del mundo, es encuentro que es aprovechado por la presidenta de Reserva Federal de Estados Unidos, Yellen, para marcar las líneas maestras de la política monetaria de los últimos meses del año y que tiene, sin duda, una considerable repercusión en las políticas monetarias de los bancos centrales del resto del mundo.
Desde ese púlpito de Wyoming, en agosto de 2015 Yellen bendecía el aumento de tipos de diciembre, el primero en casi una década, a la vez que lanzaba un velado anuncio que hacia concebir esperanzas de que esos mismos tipos podían aguantar cuatro subidas más en 2016.
Nuevamente los mercados están en posición de alerta ante la posibilidad de que los tipos suban en septiembre, después de los continuos aplazamientos producidos desde los primeros meses del año y tras las palabras de Yellen, de que se han fortalecido los motivos “en los meses recientes” o, dicho de otra manera, una vez que se está cerca de alcanzar los objetivos de pleno empleo y de inflación, aunque siempre hay pequeñas distorsiones en las cifras que pueden modificar el calendario de la Fed.
Tal es el caso de los datos de empleo de agosto en el que la creación de nuevos puestos de trabajo superó la cifra de 151.000, que contrasta con los 275.000 empleos creados en julio, lo cual no solo es munición para el candidato Trump sino argumento para quienes proponen que se retrase una subida de tipos.
Pero en Jackson Hole como ocurre en Davos, no solo se va con un único objetivo y así, además del sempiterno debate sobre tipos, este año tocaba debatir algo que afecta también a los bancos centrales de otras economías, como es el hecho de que el crecimiento está siendo reiteradamente menor de lo esperado y la inflación permanece por debajo del objetivo de estas instituciones.
La principal hipótesis para explicarlo es que ha caído el tipo de interés de equilibrio (o tipo de interés natural) por lo que, aunque los tipos de interés oficiales son históricamente bajos, el impulso que imprimen es menor de lo esperado. El mayor problema vendría si hubiera una recaída de la actividad, pues la política monetaria tendría difícil dar una respuesta.
Hasta ahora, la solución de los bancos centrales ha sido utilizar la expansión cuantitativa y los tipos de interés oficiales negativos, sin cuestionar el diseño de la política monetaria en torno al objetivo de inflación del 2%. Ahora se plantea si sería conveniente un nuevo diseño, bien elevando el objetivo de inflación o bien en torno a una variable diferente, la cual se propone que sea el PIB nominal.
La mezcla de los dos debates podría estar dificultando que los mercados financieros entiendan las intenciones de la Fed, en lo que se refiere a los tipos de interés de corto plazo, y que hace que el mercado esté dividido entre quienes esperan una subida en septiembre y quienes apuestan por una subida en diciembre.
Y como no podía ser de otra manera, los banqueros centrales no se han sustraído de poner deberes a los políticos que se reunieron en torno a la mesa del G20 en la ciudad china de Hangzhou al advertirles que sus esfuerzos para alentar la economía a través de la política monetaria serán inútiles a menos que los jefes de Estado tomen más medidas y para explicitarlos ahí quedan las demandas de la Reserva Federal, el Banco de Japón y el BCE para que sus respectivos gobiernos adopten medidas que pueden ir desde una reforma migratoria en Japón a cambios estructurales para elevar la productividad y el crecimiento en Estados Unidos y en Europa, ya que en su opinión, el mundo se enfrenta a un crecimiento económico y a una inflación débil y a unos tipos de interés muy bajos.