Tras el merecido nombramiento de Álvaro Nadal como ministro de Energía, Turismo y Agenda Digital, de su hermano Alberto como secretario de Estado de Presupuestos y de su esposa Eva Valle como directora de la Oficina Económica de Presidencia del Gobierno, la familia Nadal pasa a formar parte del gotha de la alta administración española y referencia de la política económica del gobierno Rajoy, aunque algunos observadores prefieren enfocarlo como el resultado de una confrontación interna del gobierno, en donde Luis de Guindos es el enemigo a batir.
Sin discutir la valía de la saga familiar, lo cierto es que con el nombramiento de los Nadal, se desentierran términos como endogamia, nepotismo e incluso enchufismo, actitudes todas ellas muy asentadas en las prácticas y vicios de la sociedad española que, al decir de los conocedores del asunto, supone la creación de grupos cerrados, que genera la creación de clases sociales estancas y encerradas sobre sí mismas.
Tan es así, que más de uno se ha apresurado a hacerse con un carné de afiliado a un partido político para no encontrarse con algunas puertas cerradas en cuestiones de oposiciones a cátedras o a altos puestos de designación digital.
La teoría es tan extensa como preocupante en sus conclusiones, llegando a apuntarse, en ocasiones, que si la endogamia política se lleva a cabo con rigor, puede desembocar en una situación dictatorial, algo que preocupaba al mismísimo Freud, cuando señalaba que hay que estar atentos al subconsciente político de los que hoy rigen los destinos del país, para que en esa oscura concavidad no se vaya fraguando el indiscutible peligro de endogamia política, con todas las maléficas consecuencias que ésto traería consigo.
Si bien en alguna ocasión el gobierno ha justificado la promoción de familiares de altos cargos en la Administración, alegando que vetar a personas que cumplen los requisitos exigidos puede rozan la ilegalidad, lo cierto es que la endogamia y el nepotismo siguen firmemente incrustados en los comportamientos, lo que en demasiadas ocasiones supone dejar fuera a personas con una alta capacitación y preparación.
Aunque es un asunto de especial interés, los medios de comunicación, solo le prestan atención según el color e ideología de quienes lo practican y ahí están los casos de las alcaldesas de Madrid, Carmena, y de Barcelona, Colau, contratando a Luis Cueto, marido de su sobrina, como responsable de su gabinete y a su pareja, Adrià Alemany, como representante de Relaciones Políticas e Institucionales, respectivamente, que tuvieron un tratamiento de escándalo, mientras el asunto de los Nadal ha sido tratado con delicadeza, aunque en todos los casos convergen planteamientos similares.
El poder en Cataluña, según un estudio de la clase política catalana llevada a cabo por Convivencia Cívica Catalana, donde se examinaron los datos de 13.456 cargos políticos catalanes, distribuidos en todos los niveles de la administración en esta comunidad, se concentra en un grupo minoritario de familias, con apellidos que, pese a estar presentes sólo en un 13% de la población catalana, llegan a copar el 40% de todos los cargos políticos de esta región.
José María Aznar López, tampoco se escapa de este tipo de “vicios” al colocar primero a su mujer, Ana Botella, en las listas municipales para el Ayuntamiento de Madrid, para luego, gracias a la dimisión de Ruiz-Gallardón como alcalde para ser nombrado ministro de Justicia, pasó a ser alcaldesa por sustitución.
Algo que es muy sorprendente de EEUU es lo elitista que es. El mejor ejemplo es George W. Bush, que está emparentado con 16 de los 42 presidentes del país.
Otros a quien no parece preocuparles la escasa movilidad intergeneracional de EEUU es a los Kennedy, cuya biografía familiar no hay que recordar por sobradamente conocida.
En la diplomacia española se habla de las 30 dinastías y basta un repaso por la lista de los principales embajadores para reparar en que los linajes se perpetúan al calor del servicio exterior. Aguirre de Cárcer, De Arístegui, Gómez-Acebo, Alabart Miranda, De Lojendio, Sebastián de Erice, Calvo-Sotelo, Giménez-Arnau, Pan de Soraluce… todas ellas familias que están en la memoria de todos los españoles y que también les representan en el extranjero. En algunos casos como el de Alabart Miranda, el apellido ha llegado a acumular hasta siete puestos de embajador en dos generaciones.
El mundo de la universidad española es un fructifero campo de investigación para los estudiosos de la endogamia, hasta el punto de que hay quienes apuntan a que ésta se mantiene porque es mayor el número de los beneficiados que de los perjudicados. Así las cosas, las cifras oficiales ponen de relieve que el 73% del cuerpo docente de la universidad pública del curso 2013/14 estudió en el centro en el que está contratado.
La lista de apellidos salpicados por la endogamia o el nepotismo, merecería una tesis doctoral y para demostrarlo ahí están los Fernández Ordóñez, Alberdi Alonso, Calvo-Sotelo, Fernández-Miranda, Palacio del Valle-Lersundi, Fraga Iribarne, Solana Madariaga, Moscoso del Prado, Ruiz Gallardón o Mayor Oreja. A la larga lista de apellidos cabría añadir la no menor de parejas, matrimonio u otros parentescos, cuya relación ha dado como resultado una alta concentración de influencia y de poder, nunca especialmente valorado como se merece.