Hace tres décadas, cuando la Venezuela rica, desigual y corrupta era cosa de dos (Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez) hizo fortuna una frase, por entonces muy extendida en el mundo del turismo de posibles cuando visitaba países en donde podían lucir su capacidad adquisitiva entre los nativos de los países visitados.
La frase en cuestión -“Give me two” (dame dos)- tenía el mismo significado pero distinta equivalencia según el país en cuestión y mientras el turista español lucia su macarrónico inglés en el Gran Bazar de Estambul a la hora de comprar una cazadora o una alfombra, los venezolanos de posibles se desplazaban a Miami y allí hacían ostentación de su poderío económico, cuando a la hora de invertir en un apartamento o condominio le decían al de la inmobiliaria aquello de Give me two.
Hoy, la situación económica venezolana ha cambiado sustancialmente a peor, pero quien tuvo, retuvo y España se ha convertido en destino de capital privado venezolano en busca de inversión, que suele encontrar en forma de vivienda de alto standing, fundamentalmente en Madrid, o de participaciones en negocios selectos de rentabilidad razonable.
Y no solo se detectan movimientos entre oriundos del país caribeño, sino que los brasileños y los argentinos se han unido a la extensa comunidad iberoamericana que han encontrado en España y en su sector inmobiliario un refugio de sus ahorros en dólares americanos.