Tras la decisión unánime del Banco de Inglaterra de mantener su tipo de interés de referencia en 0,25% y el programa de compra de activos en 435.000 millones de libras en la última reunión, los mercados mundiales viven pendientes de la decisión de la Fed y del BCE sobre sus respectivos tipos de interés, cuyo aumento depende, casi exclusivamente, de la evolución de inflación, tanto en EEUU como en la Eurozona, lo que viene a ser el reconocimiento de un fracaso de los dos bancos centrales, aunque el fracaso parece ser mayor para Draghi que para Yellen en la medida en que, mientras la Fed tiene como razón de ser promover el pleno empleo y lograr la estabilidad de precios, el BCE tiene como exclusiva función situar la inflación en torno al 2% y en función de esos objetivos se han adoptado diferentes tipos de medidas.

Aunque la evolución de las economías a ambos lados del Atlántico es dispar, la inflación es la causa esgrimida por ambas autoridades monetarias para aplazar cualquier movimiento al alza de sus respectivos tipos de interés.

El tiempo pasa rápido y ya han pasado más de cuatro años desde que en julio de 2012 Draghi afirmara aquello de que haría todo lo necesario para sostener el euro y para que no hubiera dudas añadió “y créanme que eso será suficiente”.

Fiel a su palabra, el BCE salvó al euro de la debacle y a España de la bancarrota y ello llevó al banco central a desarrollar una política monetaria expansiva, que contemplaba unos tipos al 0% y una facilidad de depósito con tipos aún más negativos, cuyo fin último era aumentar la inflación hasta alcanzar el rango del 2% anual, lo que a su vez permitiría dinamizar el crédito y relanzar el crecimiento económico y el empleo. Sin duda, el BCE se ha excedido en su mandato llegando a comprar bonos soberanos y posteriormente de empresas, algo más propios de la política fiscal que de la política monetaria

Hoy, la política monetaria expansiva parece no tener fin mientras que la tasa de inflación actual se sitúa en la zona euro en el 0,2%, la previsión para 2017 va poco más allá del 1%, y las expectativas a medio y largo plazo son ciertamente más reducidas de lo deseable, aunque el BCE haya completado su primer billón de euros en la compra de deuda, cifra que ha sido revisada y ampliada hasta totalizar 1,7 billones de euros hasta marzo de 2017.

La paciencia se agota y aunque Draghi dice que todo está funcionando correctamente, han empezado a surgir voces críticas en el seno del propio BCE, como la del representante de Holanda en el Consejo de Gobierno de la institución, Knot, quien recientemente señalaba que se debería ser más flexible a la hora de interpretar su mandato sobre la inflación, a la vez que advertía que más estímulos podrían ser contraproducentes por sus efectos colaterales, por ejemplo en la rentabilidad de los bancos.

Pese a mantener su razonable optimismo sobre la política monetaria, Draghi no se aparta mucho de lo planteado por el holandés y recientemente reconocía que podía haber problemas, si la actual situación de bajos tipos de interés se prolonga en exceso y no sólo para las instituciones financieras, que ven cómo se deterioran día a día sus márgenes y buscan de manera afanosa otros ingresos suplementarios que los compensen siquiera en parte, mientras se embarcan en un proceso de reducción de costes que tiene un límite evidente.

En la UEM el IPC de agosto repuntó un 0,1% sobre el mes anterior, dejando la tasa interanual en 0,2%, y con una tasa subyacente que se sitúa en 0,8%, una décima inferior al dato del mes de julio.

Por lo que respecta a España, la inflación interanual se sitúa en el -0,1%, aunque la subyacente aumenta ( 0,9%), destacando el hecho de que se produce un repunte de 5 décimas sobre julio (-0,6%) y así se aproxima a la zona positiva por primera vez desde diciembre.

En EEUU, por su parte, el IPC interanual aumentó en agosto un 1,1% alcanzando el nivel máximo desde abril, aunque el dato se considera flojo y por debajo de lo esperado por el consenso.

Con este panorama, el BCE en su última reunión optó por no significarse y guardar silencio sobre sus previsiones, lo que a falta de otras florituras hay que entenderlo como mensaje positivo, en la medida que anuncia que no es necesario actuar más porque la situación no lo precisa.

En el caso de la Fed, su decisión de aplazar la subida de tipos para después de las elecciones presidenciales, hay que apuntárselo al hecho de que han aflorado en su economía algunos datos de debilitamiento y de que la inflación no termina por responder como se espera de ella.

Así las cosas, hay quienes defienden de que no conviene fiarse demasiado de la evolución de los precios, porque el IPC está sometido a lo que suceda con los precios de la energía y éstos, dada la actual situación del mercado del petróleo, no están para hacer demasiadas previsiones. Este posicionamiento cuestiona, no solo la forma de medir en la actualidad los índices de inflación, sino el hecho de que ésta sea el único mandato que rija la política monetaria del BCE.

También abundan quienes ponen en tela de juicio si verdaderamente se necesita crear inflación, aunque reconocen que una inflación moderada es el mejor entorno para la actividad económica, ya que la deflación es desastrosa para el tejido empresarial, pues éste ha de luchar en un mercado que retrasa las decisiones de compra porque el precio dentro de seis meses será mejor que ahora.

En esta circunstancias, en Europa se están constituyendo dos grandes grupos; los que defienden en la profundización de la actual política monetaria y quienes consideran que se ha llegado a una posición que, de seguir aumentando, no sólo no aportará cuestiones positivas sino que puede hacer que los factores negativos sean mayores aún.

Post-it

  • El índice de precios al consumo es una medida estadística de la evolución de los precios de una cesta que se estima representativa del conjunto de bienes y servicios que consume la población residente en España. Refleja el cambio medio de los precios pagados por los consumidores urbanos sobre dicha cesta, siendo agrupados los bienes y servicios en 57 rúbricas que a su vez se reagrupan en 12 grupos. Incluye los impuestos directamente ligados al consumo de bienes y servicios. Excluye cualquier partida de inversión como por ejemplo la compra de vivienda.

Fuente: Tendencias del Dinero