La irrupción de la Inteligencia Artificial (IA) a un nivel más cotidiano con epicentro en el lanzamiento de ChatGPT en noviembre pasado, está provocando un intenso debate público. ChatGPT, que está dominando las redes sociales, es un chatbot basado en IA desarrollado por OpenAI. Se trata de un subconjunto del aprendizaje automático y se basa en lo que se denomina Large Language Models (grandes modelos lingüísticos), capaces de generar respuestas similares a las humanas. El potencial de aplicación de esta tecnología es enorme, por lo que ya se está reclamando que se regule la IA como ChatGPT.

La petición de una moratoria de seis meses en su desarrollo, lanzada por el think tank The Future of Life, y suscrita por importantes nombres del sector y de la academia, ilustra los dilemas de la ciencia y la política. ¿Cabe ralentizar su desarrollo en tanto no se pondere suficientemente beneficios y perjuicios y para que la sociedad pueda identificar los peligros y decidir qué hacer al respecto? Ciertamente, la velocidad de propagación de la Inteligencia Artificial transforma importantes ámbitos de la vida y plantea importantes problemas éticos y de todo tipo para la sociedad y el futuro de la humanidad.

¿Es hora de que intervengan los poderes públicos? En EEUU se ha planteado la urgencia de crear una agencia reguladora y aplicar un marco normativo más poderoso que el actual. En una audiencia celebrada el pasado 16 de mayo por un subcomité del Comité Judicial del Senado, los asistentes escucharon una aterradora lista de posibles daños que la IA puede infligir a las personas y al propio sistema democrático. Esos temores respaldarían esa reacción cautelar. La UE también está dando retoques a una normativa específica. Sin embargo, muchos son escépticos acerca de la capacidad de cualquier regulador para acompañar la velocidad y el poder de la industria tecnológica que, por otra parte, solo tendría cierta efectividad con la creación de un organismo internacional que supervise el progreso de la IA y fomente un desarrollo seguro de esta tecnología. Esa disfunción en el ritmo, dicen otros, con tendencia a convertir reglas en prohibiciones, aconsejaría fomentar la autorregulación.

Como cualquier innovación científica destacada, la inteligencia artificial y sus productos asociados tanto pueden ser utilizados para bien o para mal. Y los posibles beneficios de la tecnología deben ser sopesados frente a los costes potenciales. No obstante, es lógico pensar que en el complejo mundo actual, los agentes maliciosos -institucionales o individuales- puedan encontrar formas de eludir las salvaguardias. Estas sospechas no son, por supuesto, razón para no intentarlo y para mantener la guardia.

Inteligencia Artificial: un uso responsable y democrático

 

Al igual que ocurrió con la primera revolución industrial, la inteligencia artificial está marcando un antes y un después que afectará a nuestra vida cotidiana, pero también socioeconómica. Los programas de IA generativa (capaces de producir texto, imágenes, sonido, video...) están en plena expansión en el mundo, al tiempo que suscitan profunda preocupación en numerosos sectores, nutrida, paradójicamente, por una información bajo perfil en la que predominan los tópicos.

El acelerado desarrollo de este fenómeno incidirá en numerosas profesiones acrecentando la sensación de pérdida del control del rumbo y auspiciando una fase nueva en la movilidad de la humanidad. Las nuevas tecnologías desplazarán puestos de trabajo pero también harán que la gente sea más productiva. Sin duda, habrá algunos cambios importantes en ciertas áreas. Algunas personas tendrán que reciclarse y aparecerán nuevas profesiones que sustituirán a las antiguas. El mejor futuro parece reservarse para las profesiones creativas que sean artísticas o científicas y que requieran habilidades profundas. Y todo lo que tenga que ver con la experiencia humana intrínseca y la comunicación, porque no es sustituible por máquinas.  Tendrán que contemplarse planes sociales en los países avanzados para afrontar los nuevos retos... 

En el marco de la reciente reunión del G7 se dio luz verde al Proceso de Hiroshima sobre IA a través de un grupo de trabajo creado en cooperación con organizaciones internacionales, con miras a debatir sobre IA generativa a finales de año. Las discusiones podrán también girar sobre la “gobernanza, la protección de los derechos de propiedad intelectual” y la “utilización responsable” de estas nuevas tecnologías, pero igualmente sobre los medios de contrarrestar la “manipulación de información” y la “desinformación” a través de estas herramientas.

La toma de decisiones

 

Desde una perspectiva histórica, la IA es la primera herramienta que puede decidir por sí misma. Ese poder para sustituir a las personas en la toma de decisiones supone un reto de gran calibre y va a condicionar la definición de los ejes de construcción de la sociedad posindustrial.

Los optimistas creen que la nueva tecnología amplificará la inteligencia humana y permitirá un nuevo renacimiento impulsado por una aceleración del progreso científico, técnico, médico y social. Los pesimistas alertan sobre su potencial destructivo. Es probable que algunos países privilegien aquellos diseños pensados para controlar a la gente con el argumento de la estabilidad. Esto podría suponer, sin embargo, que esos países se quedaran inevitablemente rezagados en términos de tecnología, como ocurrió al Imperio Otomano en el siglo XVII al prohibir el uso de la imprenta. Quienes hoy sucumban a la tentación de primar un ecosistema represivo con  base en la IA pueden quedarse atrás en el ansiado liderazgo tecnológico.

Como cualquier otra tecnología, la IA tiene aplicaciones beneficiosas, desde la medicina a la lucha contra la crisis climática, pero es aconsejable la intervención de los gobiernos del mundo –habrá que determinar a qué nivel- para asegurar que estas herramientas se desarrollen de manera que protejan y respeten los derechos y las libertades de los ciudadanos.

SOBRE EL INSTITUTO COORDENADAS DE GOBERNANZA Y ECONOMIA APLICADA

Institución de pensamiento e investigación de la interacción entre gobernanza y economía aplicada para avanzar en constructivo y en decisivo sobre el trinomio: bienestar social, progreso económico y sostenibilidad ambiental; en pleno entorno evolutivo sin precedentes desde finales del Siglo XVIII y principios del XIX con la revolución industrial. Fiel a sus principios fundacionales de independencia, apartidismo y pluralidad, el Instituto lidera proactivamente la fusión entre la esencia y la innovación de la liberalización económica, como mejor modelo de afrontar los retos presentes y futuros de país, de Europa y del mundo.

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