Reunido en Hiroshima, Japón, el G7 -que además del país anfitrión incluye a Canadá, Francia, Estados Unidos, Alemania, Italia y Reino Unido- desarrolló una importante agenda marcada, de principio a fin, por las preocupaciones geopolíticas sugeridas por la acción de los grandes rivales del orden liberal: Rusia y China. A mayores, un amplio elenco de asuntos, desde la seguridad económica a la alimentaria, el cambio climático o la salud y, por supuesto, la inteligencia artificial, que se anuncia como tema estrella de la próxima cumbre con el compromiso adelantado de trabajar para crear un marco normativo específico que evite los riesgos de una expansión desregulada.
Los líderes reunidos intentaron trasladar un triple mensaje de unidad, fortaleza y determinación para afrontar los retos globales. Sin embargo, las grietas e hipotecas asomaban en un contexto cuya gestión da la impresión de escapársele de las manos. El propio presidente Joe Biden, que planteaba esta participación como parte de una “gira histórica” por la región, debió anticipar su regreso a EEUU para ultimar las negociaciones con los republicanos y evitar así la suspensión de pagos del país. En otro orden, la preocupación por el auge de las tendencias de desdolarización ha flotado en el ambiente: en 1977, el dólar alcanzó un pico de 85% como moneda predominante en las reservas de divisas; en 2001, esta posición aún rondaba 73 %. En la actualidad, se sitúa en torno a 58 %. No es que la supremacía y el estatus del dólar estadounidense se halle en cuestión, pero el movimiento gradual del centro de gravedad de Occidente a Oriente, las complejidades de la política interna de Estados Unidos, el creciente músculo de la proyección internacional de China y la asertividad internacional de los países del Sur Global, sin duda, le están afectando.
Igualmente, el retorno del temor nuclear como nuevo síntoma de la guerra fría en ascenso, ha sido evocado en un mensaje previo del Papa Francisco, alertando de los peligros de la carrera para desplegar nuevas armas de este tipo en Asia. La elección de Hiroshima como lugar de encuentro es particularmente significativa a la luz de la continua amenaza del uso de armas nucleares, con especial foco en la guerra de Ucrania.
Ucrania, China y el Sur Global
El presidente ucraniano Volodímir Zelenski asistió también a la cumbre. Los países del G7 le renovaron su apoyo y compromiso tanto político como financiero y en asistencia militar. La decisión de facilitar al ejército ucraniano aviones de combate caza F-16 representa un salto significativo que pretende asegurar la continuidad de la asistencia, a la espera de que Kiev concrete su contraofensiva.
En lo propiamente estratégico, sin embargo, el asunto central fue China, instándose un discurso que abunda en su categorización como la principal amenaza. El G7, al tiempo de señalar que con sus decisiones no aspira a frustrar el progreso y el desarrollo económico de China, advierte de la urgencia de reducir las “dependencias excesivas” respecto a Beijing en las cadenas de suministro críticas. Otro tanto, la advertencia a propósito del recurso a la fuerza para resolver el problema de Taiwán, con un Japón a cada paso más involucrado en la seguridad del Estrecho.
El tono y las decisiones del G7 fueron objeto de expreso rechazo por parte de China. Tal fue así que el embajador japonés en Beijing, Hideo Tarumi, fue convocado para trasladarle solemnemente el descontento por la “burda exageración”, a su entender, de la caracterización de las políticas del país.
Descreyendo de otros planes mediadores que no sean los avalados por el presidente Zelenski, China fue directamente instada a presionar a Rusia para que ponga fin a la guerra en Ucrania. Sin embargo, no se logró un cambio significativo en la actitud de países relevantes del Sur Global, representados en la cumbre por Brasil, India o Indonesia. Tanto el presidente Modi como Lula da Silva evidenciaron un claro distanciamiento de las tesis del G7, frustrando el propósito de un mayor acercamiento. Fue el líder brasileño Lula quien llegó más lejos al criticar al propio G7 por su voluntad de crear “bloques antagónicos” que dificultan el enfrentar las múltiples crisis de la sociedad internacional. Además, al aludir al actual contexto de transición a un orden multipolar, advirtió que esto va a requerir cambios profundos en las instituciones.
G7 y orden multipolar
Cuanto más eleva la significación de sus decisiones, más el G7 eleva el riesgo de quedar en evidencia si no logra aplicarlas satisfactoriamente. Y ahí asoman las grietas incluso en la adopción de sanciones contra Rusia, ya se trate de energía o minerales o los diamantes, aspectos en los que no pocos países están haciendo la vista gorda en atención a sus propios intereses nacionales. En buena parte, esto explica que Rusia se haya mostrado sorprendentemente resistente a las sanciones occidentales.
Otro tanto ocurre con China: ni siquiera la UE está en donde está EEUU en algunas cuestiones importantes, aun compartiendo ambos la necesidad de reducir dependencias, con márgenes muy diferentes según se trate de unas u otras capitales. La intensidad del desacople comercial, la cooperación tecnológica o Taiwán, sugieren matices significativos.
Beijing, por cierto, contraprogramó el G7 con una cumbre con los países de Asia Central, una reunión inédita con cinco exrepúblicas soviéticas de esa región en la que aspira a llenar el espacio dejado por Moscú para expandir su proyección internacional y su influencia. El modus operandi es conocido: invirtiendo miles de millones de dólares para explotar las reservas de gas natural y desarrollar vías ferroviarias que la conecten con Europa, pasando por esta región. De este conclave ha salido un importante impulso a la construcción de grandes conexiones de transporte y oleoductos.
En suma, si la cumbre en Japón, reuniendo a los mandatarios de las economías más avanzadas, se centró en ponderar una estrategia para “contrarrestar la creciente influencia de China en el mundo”, esta ha dejado clara su voluntad de desbaratar cualquier propósito de contención, si cabe doblando la apuesta.
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