Fukushima: entre la ciencia, el ecologismo y la geopolítica
GEOPO, nuevos análisis sobre temas de geopolítica internacional, 11 de septiembre de 2023
El pasado 24 de agosto, Japón comenzó a verter agua residual en el océano de la inutilizada planta nuclear de Fukushima, lo que ha generado una gran preocupación y rechazo a nivel mundial. Japón ha intentado presentar el vertido como un proceso seguro al filtrar y diluir el agua, pero los críticos recuerdan que el agua residual de Fukushima está contaminada con elementos radiactivos debido a su exposición al núcleo dañado del reactor, lo que la hace significativamente más peligrosa que el agua de las plantas de energía nuclear convencionales. La OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica) avala la posición nipona.
Las organizaciones ecologistas, por su parte, de forma prácticamente unánime, consideran que el equipo utilizado por Japón, el Sistema de Procesamiento de Múltiples Elementos Radiactivos (ALPS, siglas en inglés), no elimina por completo los elementos radiactivos y que, de hecho, el 70 % de la actividad de estos elementos en el agua tratada no cumple con los estándares de vertido y requiere un tratamiento adicional. Además, Japón solo ha mencionado los niveles de tritio en el agua, ocultando la presencia de otros elementos radiactivos más dañinos como el estroncio-90 y el yodo-129. Como resultado, grupos ciudadanos y organizaciones en varios países, incluyendo el propio Japón, han emitido declaraciones y llevado a cabo acciones de protesta. Se espera que estas protestas continúen a nivel mundial en los próximos meses en un clima de acrecida sensibilidad global ambiental.
Los críticos apuntan que descargar las aguas residuales al mar no es la única opción disponible para Tokio, sugiriendo que también podrían almacenarse en tanques más grandes consolidando el lodo o las partículas del suelo, aunque hacerlo sería más costoso.
A las protestas en la península nipona se han sumado las llevadas a cabo en Corea del Sur y China, también Taiwán, que, por proximidad, serían los primeros y más directamente afectados. Beijing ha establecido ya una prohibición total de los productos pesqueros japoneses, la medida más radical hasta ahora, generándose una gran preocupación en este sector. El Ministerio de Relaciones Exteriores chino declaró el 29 de agosto que tiene derecho a tomar las medidas necesarias para garantizar la seguridad alimentaria y proteger la salud de sus ciudadanos.
Oficialmente, en Tokio o Seúl o Taipéi se suscribe la opinión de que el vertido de aguas residuales nucleares de Japón es “aceptable” siempre que pase el escrutinio científico y cumpla con los estándares de seguridad. En Beijing no quieren oír hablar del asunto. China ha presentado una protesta ante el Gobierno de Japón por el acoso que ha sufrido su embajada en Tokio a modo de reacción ante la elevación del tono de la denuncia de Beijing. En esta capital, una docena de policías fueron enviados a vigilar la calle frente a la embajada japonesa. El día justo después de que Japón iniciara su proceso de vertido, la embajada japonesa en China emitió una supuesta advertencia de seguridad al advertir a sus nacionales en China “no hablar alto”. Los ánimos se calientan y la actitud de los chinos hacia el turismo o sus cosméticos está derivando en cancelaciones de viajes y caída de las ventas.
¿Por Fukushima o por todo en general?
¿Está China pasando factura a Japón por otros asuntos valiéndose de esta crisis? Lo que diferencia a Beijing de otros países de su entorno es que aquí la posición oficial es claramente beligerante y hostil. Incluso no se ha desperdiciado la ocasión para recordar que el Gobierno japonés tiene la tendencia a no reconocer ninguna violación de las leyes internacionales, tangible en su respuesta unilateral al Incidente del 18 de septiembre que marcó el inicio de la Guerra de Resistencia contra la Agresión Japonesa (1931-1945).
Muchos medios alertan del riesgo de activar el sentimiento anti-japonés en China con este argumento que encontraría terreno abonado en la crisis general que afecta a sus relaciones bilaterales.
Contrasta dicha actitud, por ejemplo, con la apreciada en Taipéi. Aquí se cuenta con que las aguas residuales tarden entre uno y dos años en llegar al Estrecho de Taiwán. Y se prevé que la sustancia radiactiva tritio alcance su concentración máxima en aguas cercanas a esta isla en 4 años. Pero un portavoz oficial rebajó la alarma al puntualizar que el nivel esperado es más bajo que la concentración estándar de tritio en las aguas alrededor de la isla. En consecuencia, el impacto en la seguridad relacionada con la radiación cerca de Taiwán se considera "insignificante".
En cualquier caso, las preocupaciones expresadas por los países vecinos están ahí y Japón debe hacer un esfuerzo significativo por dotar de la máxima transparencia sus decisiones para evitar que la desinformación derive en un tsunami de otro cariz.
Afectación a las especies marinas
Las organizaciones ecologistas de la región censuran los estudios de evaluación presentados por el operador de la planta de Fukushima, Tokyo Electric Power Co. (TEPCO), considerándolos inadecuados para respaldar la idea de liberar aguas residuales radiactivas. Las especies marinas que migran en las corrientes cálidas entre Taiwán y Japón, citando un informe de TEPCO que confirmó que entre mayo de 2022 y mayo de 2023, un total de 44 peces encontrados en el puerto cerca de la central nuclear de Fukushima contenían niveles de cesio radiactivo excediendo los límites de seguridad de Japón en un factor de 10 a 180.
El área costera de Fukushima es un caladero distante crucial para los pescadores de Taiwán, que abarca caladeros vitales para el pez espada, el pez lanceta y el calamar volador del Pacífico Norte.
El seguimiento por los países de la región de los niveles radiactivos en las aguas y su concordancia con los estándares de seguridad deberá mejorarse en los próximos meses. En paralelo, los controles adicionales sobre los productos alimenticios importados de Japón pasarán a ser una rutina.
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