Un año y medio después de suspender relaciones con España, Argel anunció su intención de reconectar con Madrid y enviar un nuevo embajador. Avanza así el cierre de un nuevo episodio en la tumultuosa relación que une a los dos vecinos desde hace más de seis siglos.
La última ruptura duró 19 meses y fue consecuencia de los acontecimientos en España sobre la cuestión de la soberanía marroquí sobre el Sahara. Un episodio sintomático en la historia de las relaciones entre dos países enfrentados, cada uno en una orilla del Mediterráneo, y tejiendo una historia común –y agitada– desde el siglo XV.
En marzo de 2022, Argelia daba pábulo a la crisis diplomática con la retirada del embajador Saïd Moussi (ahora destinado en París). Argel presentó a finales de octubre a las autoridades españolas una solicitud para la aprobación de un nuevo embajador en Madrid. El exembajador en Guinea, Abdelfettah Daghmoum, debería ser acreditado en las próximas semanas.
El nombramiento de este diplomático, ex número dos de la embajada de Madrid, marca el inicio de la normalización de las relaciones entre ambos países. Sin embargo, a corto plazo está por ver una recuperación a un nivel apreciable de las relaciones. Ambas partes reconocen necesitar tiempo para que los vínculos vuelvan al nivel que tenían.
La razón del enfado de los argelinos fue la decisión adoptada por el Gobierno de Pedro Sánchez de apoyar el plan de autonomía marroquí para resolver el conflicto con el Sáhara Occidental. En una carta dirigida al rey de Marruecos, el presidente del Gobierno español mostraba el apoyo a este plan:
"Reconozco la importancia de la cuestión del Sáhara Occidental por parte de Marruecos y los esfuerzos serios y creíbles de Marruecos, en el marco de las Naciones Unidas, para encontrar una solución mutuamente aceptable", escribió el jefe del Gobierno español al soberano marroquí. En este sentido, España considera que la propuesta marroquí de autonomía presentada en 2007 “es la base más seria, creíble y realista para resolver el diferendo".
Esta misiva disgustó en Argel, pero el giro de Madrid sobre la cuestión del Sáhara Occidental se venía gestando desde hace tiempo con el firme propósito de completar y ampliar la normalización a todos los niveles con Rabat. El alcance del enfado de las autoridades argelinas se pudo medir por la rapidez con la que decidieron llamar a consultas a su embajador en Madrid y con efecto inmediato. Incluso la destitución, el 2 de octubre de 2021, del embajador de Argelia en Francia tras unas declaraciones consideradas despectivas del presidente francés, no se decidió tan rápidamente.
La ira argelina no se limitó a la destitución de su embajador. Dos meses y medio después, Argel decidía suspender el tratado de amistad, buena vecindad y cooperación celebrado el 8 de octubre de 2002 con el Reino de España. El comercio también se congeló, aun cuando España es el cuarto cliente de Argelia después de China, Francia e Italia con casi 3.000 millones de euros en exportaciones.
Evidentemente, las consecuencias de esta crisis fueron múltiples. La cooperación entre Argel y Madrid en la lucha contra el terrorismo y la inmigración ilegal se ha visto afectada, reduciendo así el intercambio de información entre ambos socios. También ha perjudicado la cooperación cultural y los intercambios académicos, en particular en la concesión de becas a estudiantes e investigadores argelinos.
Pero las consecuencias más notables son las que afectan al sector económico. Decir que el comercio exterior español habrá perdido cuota de mercado en Argelia es quedarse corto. Según las estadísticas del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo de España, las exportaciones de España a Argelia aumentaron hasta los 1.020 millones de dólares en 2022 frente a los 1.888 millones de 2021. De enero a marzo de 2023, estas exportaciones ascendieron a 30,2 millones de dólares, frente a 472,9 millones para el mismo período en 2022.
El gas en cuestión
El 27 de abril, el ministro argelino de Energía y Minas, Mohamed Arkab, amenazaba con rescindir el contrato de suministro de gas a España si ésta lo transportaba “a un tercer destino”. Según un comunicado oficial, el ministro había sido informado mediante un mensaje electrónico de su homóloga española, Teresa Ribera, de la decisión de Madrid de autorizar la operación, en sentido inverso, del Gasoducto Magreb Europa (GME).
El GME fue cerrado en octubre de 2021 por Argelia después de que en agosto se rompieran sus relaciones diplomáticas con Marruecos, privando así al vecino occidental del gas argelino transportado a España a través del reino.
Según las disposiciones del GME, Marruecos cubría el 97% de sus necesidades de gas tomándolo directamente de las cantidades que transitan por su territorio, en concepto de derechos de paso, y comprándolo a un precio preferencial al gigante argelino Sonatrach.
Sin embargo, el 3 de febrero, el gobierno español anunciaba que ayudaría a Marruecos a “garantizar su seguridad energética” permitiéndole transportar gas a través del GME, invirtiendo así la dirección de la circulación del gas.
España siguió recibiendo gas argelino a través del gasoducto submarino Medgaz, con una capacidad de 10.000 millones de metros cúbicos al año. Medgaz, que entró en actividad en 2011, es el resultado de una asociación entre Sonatrach y Medina Partnership (participada al 50% por la empresa española Naturgy y al 50% por la empresa estadounidense BlackRock).
Mohamed Arkab advertía el 27 de abril que cualquier entrega de una cantidad de gas natural argelino entregada a España, cuyo destino no sea otro que el previsto en los contratos, será considerada un incumplimiento de los compromisos contractuales y, en consecuencia, podría dar lugar a la rescisión del contrato que vincula a Sonatrach con sus clientes españoles.
Desde 2020, Madrid ha diversificado sus fuentes de suministro de gas. En ese año, Estados Unidos se convirtió en el mayor exportador de gas natural a España.
Renovar el diálogo
Desde el inicio de esta crisis, España ha intentado renovar el diálogo para reconstruir la confianza en base al respeto a las decisiones soberanas de cada parte, siempre adoptadas en coherencia con el derecho internacional.
El retorno a la normalización es un signo importante de la aceptación del nuevo contexto bilateral y regional.
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