Sergio Massa, candidato de Unión por la Patria, venció en la primera vuelta de los comicios presidenciales en Argentina; en segundo lugar quedó el candidato del partido La Libertad Avanza, Javier Milei, ciertamente difícil de encasillar ideológicamente. Los argentinos despertaron el lunes 23 de octubre con una mezcla de incredulidad y alivio por el resultado.
Argentina pasó en los últimos años de ser uno de los referentes de los llamados gobiernos progresistas latinoamericanos, con las administraciones de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, a una vuelta a la senda liberal con Mauricio Macri. Para finalmente acabar en un punto intermedio: el gobierno presidido por Alberto Fernández desde 2019.
Sergio Massa ha ejercido el cargo de ministro de Economía en el gabinete presidido por Alberto Fernández. Siendo la economía uno de los asuntos verdaderamente críticos del país, y tras unos resultados desastrosos en las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) en agosto de este mismo año, cabe preguntarse qué razones explican una victoria en ningún caso avanzada por las encuestas previas.
Una parte del desenlace debe atribuirse a la capacidad de Sergio Massa para dotarse de un perfil gestor diferenciado de Alberto Fernández, aplicando medidas como la devolución del IVA en compras con tarjetas de débito y la drástica modificación del impuesto a las ganancias, que han generado no solo un movimiento de dinero muy grande y rápido, sino que también han reactivado ilusiones de confort y estabilidad para la población.
Su narrativa se acompañó de la identificación de un “culpable” principal, el FMI, lo cual habría servido también al candidato para desvincularse en parte de las responsabilidades propias ante la situación crítica que actualmente vive el país del Cono Sur. El fingimiento de Sergio Massa de que no tenía nada que ver con este gobierno y que el suyo comenzaría el diez de diciembre, tuvo éxito.
Asimismo, una parte significativa de la sociedad argentina probablemente considera que el peor Sergio Massa sería preferible antes que el mejor Javier Milei. Este representa, en gran medida, la encarnación de la ira y la decepción con las élites políticas gobernantes y con el sistema, y sobre todo, con la corrupción. Javier Milei es descrito a menudo como un “anarcocapitalista”, pero eso es un eufemismo y una banalización si tenemos en cuenta que su Libertad Avanza tiene una alianza muy clara con sectores de las fuerzas militares en Argentina que glorifican la dictadura. No es casualidad que el hijo de Jair Bolsonaro, Eduardo Bolsonaro, acompañara a Javier Milei en su celebración postelectoral.
Por otra parte, tanto la conservadora Bullrich como Milei centraron gran parte de su campaña en atacar al llamado kirchnerismo, que coincide con las figuras de los expresidentes Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Una estrategia que, de algún modo, también benefició al candidato de Unión por la Patria, dada la conocida mala relación de Sergio Massa con el kirchnerismo. No obstante, Axel Kicillof, cercano a Cristina Fernández, fue reelecto gobernador de Buenos Aires. Y junto con Massa, se perfilan como los renovadores del peronismo.
La vigencia del peronismo
Sea como fuere, la crisis económica argentina no es solo una coyuntura de un gobierno específico, sino que es consecuencia de una serie de políticas implementadas durante más de cincuenta años. Este escenario estructural genera crisis cíclicas y ha creado una cultura de la supervivencia. En este contexto, el peronismo parece seguir cumpliendo un rol histórico para el sostenimiento de los sectores más vulnerables que aún ven en él su último cobijo, sobre todo en momentos de crisis como el actual.
Más que un partido, este movimiento de carácter populista combina distintas facciones ideológicas integradas, a veces, dentro de una misma marca electoral. Es genuinamente argentino y se nutre de tres principios clave: soberanía política, independencia económica y justicia social.
Si algo caracteriza el peronismo es su capacidad de adecuación a nuevos escenarios sociopolíticos. Una aptitud camaleónica que lo hace casi indestructible como movimiento, con sus diferentes líderes, corrientes y partidos, a lo largo de décadas.
La pugna geopolítica
En el orden geopolítico, cabe significar que Sergio Massa es el único de los candidatos que no ha cerrado la puerta al nuevo mundo multipolar, apostando por mantener las excelentes relaciones que Buenos Aires ha articulado con Pekín en los últimos años. Este también es un elemento a tener en cuenta para comprender las lógicas que se han movido en la trastienda de esta elección. Sergio Massa se ha caracterizado a lo largo de su carrera por su cercanía a Washington y al sector industrial argentino, lo que le permite también obtener apoyos de parte del electorado de la derecha tradicional.
A finales de agosto se conocía el ingreso de Argentina al grupo BRICS+, que se hará efectivo el primero de enero de 2024. Igualmente, tras la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, vuelve el Mercosur renovado, con nuevas propuestas y posibilidades.
España y Europa
De cara a la segunda vuelta, Sergio Massa tratará de acentuar su desapego del kirchnerismo, apelando a la "unidad nacional”. Si bien no entusiasma, puede que la gente le vote de nuevo más por mal menor que por convicción, pero las opciones siguen abiertas. En cualquier caso, al próximo gobierno que asuma el 10 de diciembre le espera una tarea ingente.
Europa debiera acompañar de cerca el proceso argentino. Este país es un socio muy importante, especialmente por su enorme potencial en áreas cualitativamente relevantes como la producción de alimentos o la energía.
Argentina, además, es un socio clave para impulsar la ratificación del acuerdo de libre comercio Unión Europea - Mercosur. Europa tiene un gran interés en la estabilidad de Argentina y en la mejora de su gobernanza, aspectos en los que España, por su proximidad cultural, afectiva e histórica, puede desempeñar un influyente papel.
SOBRE EL INSTITUTO COORDENADAS DE GOBERNANZA Y ECONOMIA APLICADA
Institución de pensamiento e investigación de la interacción entre gobernanza y economía aplicada para avanzar en constructivo y en decisivo sobre el trinomio: bienestar social, progreso económico y sostenibilidad ambiental; en pleno entorno evolutivo sin precedentes desde finales del Siglo XVIII y principios del XIX con la revolución industrial. Fiel a sus principios fundacionales de independencia, apartidismo y pluralidad, el Instituto lidera proactivamente la fusión entre la esencia y la innovación de la liberalización económica, como mejor modelo de afrontar los retos presentes y futuros de país, de Europa y del mundo.
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