Nacidos hace quince años, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) se enfrentan a una prueba de madurez. Su cumbre anual se realizará en agosto en Sudáfrica, pero deben llegar a esa reunión con los deberes hechos. ¿Están todos sus miembros por la labor? ¿Cuál es su agenda táctica y estratégica? Un reto clave es la ampliación y sus tiempos y modalidades. Hasta diecinueve países habrían manifestado su interés en formar parte de este grupo. El impulsor de la expansión fue China, cuando ocupó la presidencia rotatoria el año pasado. Quizás con la idea de seguir construyendo influencia diplomática para contrarrestar el dominio global del G7, promoviendo un mayor peso de los países del Sur, pero bajo la sombra de la repetición del “equívoco” europeo de confundir ampliación con potencia. No son necesariamente sinónimos.

Como es bien sabido, los BRICS no son un grupo de países homogéneos ni cultural, ni territorial, ni económica o comercialmente; tampoco una alianza política o militar. Más bien se trata de una especie de “club” que pretende coordinarse para contrarrestar algún que otro efecto juzgado inconveniente del orden internacional dominante actual, ejercido en gran medida a través de importantes instituciones económicas, financieras y comerciales creadas en la posguerra mundial como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) o la Organización Mundial de Comercio (OMC).

El predominio de los intereses, matices y circunstancias nacionales condiciona la dinámica del grupo y sus proyectos. Hay un gran potencial, ciertamente: aunque en valor nominal no ajustado por la paridad de poder adquisitivo (PPA), el PIB de los BRICS en riqueza global sigue siendo muy inferior al del G7 (43,7% contra 26%, según fuentes del FMI), su peso en el mundo no ha dejado de crecer. En términos de PPA, los BRICS ya superarían al G7 (31,5% frente a 30,7%). Entre 2021 y 2022, su contribución al crecimiento mundial fue del 31,2% frente al 25,6% del G7.

Los BRICS pueden acreditarse como un símbolo de una alternativa estratégica, financiera y económica al G7 que compense la pérdida de influencia global de EE.UU. Su propuesta de gobernanza sólo puede basarse en una multipolaridad en proceso de gestación, pero que ciertamente alberga algunas ambigüedades, contradicciones y reservas.

Sus integrantes, por ejemplo, no pueden identificarse con ese concepto genérico actual de Sur Global, al que hasta no hace mucho llamábamos Tercer Mundo; sería absurdo en un “club” del que forman parte China, la segunda economía del mundo, con muchas probabilidades de convertirse en la primera en un espacio de tiempo no demasiado largo, y Rusia, la segunda potencia nuclear del mundo, precisamente en actual proceso de rápida modernización de dichos arsenales; los otros tres miembros, Brasil, India y Sudáfrica, aportan el valor de ser potencias regionales con una cierta capacidad de liderazgo y arrastre en sus respectivos entornos en Latinoamérica, Asia y África.

La generación de confianza política interna es indispensable para mejorar la cohesión. No lo facilita el hecho de que exista un desequilibrio tan significativo entre sus miembros a favor de China. El PIB de Sudáfrica equivale al 3 por ciento del de China. Beijing representa más del doble de la suma de los otros cuatro.

Geometría variable

 

En lo inmediato,  la clave última del protagonismo futuro de los BRICS va a depender de su capacidad de actuación en formato de “geometría variable”. Como no son una organización formal con compromisos de “obligado cumplimiento”, su implicación en cada situación concreta es mucho más adaptable a sus intereses específicos de asunto, lugar y momento a modo de coordinaciones “a la carta” en función de las circunstancias. De esa geometría variable es un ejemplo la coordinación de China y Brasil en relación con la mediación en la guerra en Ucrania.

Asimismo, es buena muestra el esfuerzo, también incipiente todavía, de desdolarizar las transferencias comerciales mundiales, de las que el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) y su Acuerdo de Reservas de Contingencia (ARC), constituidos por los cinco países BRICS en 2014, funcionando desde 2015 con sede en Shanghái (China) y presidido por la brasileña Dilma Rousseff, son la punta de lanza como “fondo común para la financiación de inversiones recíprocas entre sus miembros. En lo práctico e inmediato, el NBD podría afirmarse como el gran banco del mundo en desarrollo, apoyando la lucha contra el hambre, la desigualdad y la crisis climática, como dijo recientemente Lula en China.

Un segundo tema relevante es si impulsar o no su propia moneda. La base técnica ya existe, pero requiere decisiones políticas que quizá no todos estén en situación de asumir. Si lo hacen, sería un primer intento sistémico de competir con el dominio global del dólar estadounidense y el comienzo del régimen financiero bipolar pronosticado por Nouriel Roubini. Y si ese proceso tuviera éxito, podríamos pensar que las perspectivas de la mayor reorganización del mundo de la posguerra serían mucho más que deseos sobre el papel. Pero por el momento, casi todo sigue siendo "potencial".

Los BRICS, por tanto, pueden configurarse como un espacio convergente y alternativo a la vez. Falta saber si el “club” es capaz de mantener el formato de “geometría variable” sin compromisos de “obligado cumplimiento” y capaz de desarrollarse sin caer en la trampa de llegar a comportarse como un “bloque” que pretenda crear un nuevo orden internacional dominante “de obligado cumplimiento”.

Hay buenas intenciones y anhelos de mejores prácticas en los BRICS ante una agenda exhaustiva de temas que se abordan cumbre tras cumbre (la próxima, en Durban, será la XV). Su sigla es reconocida como una marca global que abandera un propósito de transformación del orden mundial que tenga en cuenta en mayor medida a los países en desarrollo. ¿Será capaz de ir más allá de la retórica y el voluntarismo?

La mejora de la eficiencia institucional es una demanda formulada internamente pero también desde el exterior. Todo tendrá que avanzar a su propio ritmo dependiendo del consenso que se pueda alcanzar. El problema es que la ventana de oportunidad debe aprovecharse a tiempo o pasará. Esta es la disyuntiva que puede lastrar a los BRICS.

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