La India de Narendra Modi, quien ganó nuevamente las elecciones en el país el pasado junio por tercera vez, es ya el Estado más poblado del mundo e incluso una potencia a escala global. Tras superar al Reino Unido como quinta economía mundial, mantiene el estatus de mercado favorecido por la Casa Blanca y se reafirma como socio preferente en la estrategia para el Indo-Pacífico. Potencia nuclear desde los años 1970, Modi también incluyó a la India en el I2U2, creado por Estados Unidos, Israel y los Emiratos Árabes Unidos para "contribuir a la resolución de conflictos geoestratégicos". Su ejército es el séptimo más poderoso del mundo, con un millón y medio de efectivos.

Modi promueve un enfoque estratégico que incluye una búsqueda continua de la influencia global de la India para establecerla como una potencia líder. No será un proceso fácil. Si China puede ser capaz de superar el PIB estadounidense alrededor de 2030, India no lo hará hasta 2075, según predice Goldman Sachs. Superar a China, a pesar de no tener la mano de obra barata que sí tiene India, todavía está muy lejos, a años luz. El PIB de su vecino (19 billones de dólares) es casi seis veces mayor (3,4 billones de dólares) y su industria manufacturera representa la mitad de la producción y un tercio de las exportaciones de bienes. Aunque la India está mostrando un mayor crecimiento , su ingreso anual per cápita es casi cuatro veces menor. Y ambos, China e India, todavía tienen un ingreso per cápita anual muy inferior al de los otros tres grandes: aproximadamente 12.700 y 2.500 dólares respectivamente. Estados Unidos (63.000 dólares por persona al año), Alemania (48.000 dólares) y Japón (40.000 dólares) están muy por delante, y nadie piensa que los dos países más poblados de Asia y del mundo tengan la mínima posibilidad de ponerse al mismo nivel en el siglo XXI.

A pesar del esfuerzo de innovación de la India, los graduados chinos en áreas de digitalización duplican a los indios, y la economía emplea sólo el 0,7% del gasto en I+D+i frente al 2,5% asignado por China. Además, el país de Xi Jinping acapara más de la mitad de las redes 5G del mundo, 4 de las 20 mayores empresas tecnológicas del mundo son chinas, y es, junto a Estados Unidos, el único productor mundial de inteligencia artificial (IA) con un 65% de patentes. También tiene una mayor capacidad productiva de su fuerza laboral y muchas ventajas en la redistribución de la riqueza y la supresión de la pobreza.

Significación estratégica

Si los números socioeconómicos avanzan a su ritmo, en lo estratégico, el valor de India ha crecido significativamente.

Entre dos aguas, Nueva Delhi comparte adhesiones entre los BRICS o la OCS (Organización de Cooperación de Shanghai) y el QUAD (Diálogo de Seguridad Cuatrilateral), acrónimos que, a simple vista, parecen militar en enfoques difíciles de conciliar.

En los BRICS, India apuesta por fortalecer este mecanismo de cooperación de mercados emergentes, mientras en la OCS no duda en suscribir las críticas a los círculos exclusivos impulsados por Occidente, liderado por Estados Unidos, que trazan límites ideológicos entre los estados. India dice participar del consenso entre los países en desarrollo, impulsando la colaboración económica o abogando por una gobernanza global más atenta a las inquietudes del Sur.

Mientras, en el QUAD la posición tampoco es tajante. Su oscilación requiere matices. Si bien algunas cuestiones son abordadas por separado por Estados Unidos, Japón y Australia  y la India no se suma a ellas, el proceso de Nueva Delhi consiste en pasar de compartir el esquema general a implicarse un poco más.

Pero lo determinante es la actitud ante China, que va más allá de lo estrictamente bilateral. India ya no se corta a la hora de expresar su “preocupación” por la situación en el Mar de China meridional refiriéndose a los enfrentamientos marítimos entre barcos chinos y filipinos y promete reforzar la cooperación militar. Ha proporcionado ya a Manila misiles BrahMos, los más potentes del armamento filipino. También reclama a Beijing que respete el fallo de arbitraje del Mar de China Meridional de 2016 a favor de Filipinas. Anteriormente, sólo había mencionado la necesidad de que todas las partes respeten la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar.

La desconfianza sino-india

Los diferendos territoriales  impregnan la relación bilateral sino-india en varias dimensiones. En contenciosos como el descrito con Filipinas, o en la visión del problema tibetano o en Taiwán, India cae del otro lado. Sobre todo en el tema tibetano, muy sensible para China, lndia ansía mostrar un papel decisivo en la resolución de la disputa. Pero también sus lazos con Taiwán crecen de forma significativa.

En otros asuntos como la guerra en Ucrania, India parece estar más cerca de Moscú. Entre los miembros del QUAD, es el único país que no ha criticado públicamente a Rusia y mantiene relaciones estables con Moscú y Kiev.

Pero la cuestión clave sigue siendo el contencioso fronterizo con China. Las recientes interacciones entre China e India se consideran cruciales para generar un impulso positivo hacia el tratamiento de los problemas fronterizos y la estabilización de las relaciones bilaterales. Las rondas de consultas se suceden, a la espera de ver mejoras irreversibles. No está fácil.

China mantiene que los problemas fronterizos no abarcan la totalidad de las relaciones bilaterales, pero Nueva Delhi insiste en que resolver estos problemas es crucial para que las relaciones bilaterales vuelvan a una trayectoria normal.

Modi inicia su tercer y quizá último mandato y podría priorizar este asunto. Para Xi Jinping, un arreglo sólido y duradero supondría un importante aval a sus estrategias internacionales. El impacto en lo bilateral también podría ser muy destacado.

Un acuerdo no es imposible, aunque ambas partes precisan para ello no solo comprender que tal cosa puede beneficiar más que perjudicar sus respectivos intereses sino algo más difícil, alentar una mentalidad política diferente. Por eso, cualquier optimismo debe ser cauteloso.

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