En los últimos meses, la Organización Mundial de la Salud (OMS), bajo la dirección del etíope Tedros Adhanom Ghebreyesu, ha estado en el ojo del huracán. Aplausos y críticas ha recibido a partes iguales por su gestión de la pandemia del nuevo coronavirus. La Administración de Donald Trump comunicó su retirada de la organización y el Brasil de Jair Bolsonaro amenaza con adoptar una medida similar. Otras voces, sin embargo, consideran exageradas las críticas y una manera de camuflar las propias flaquezas. El Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada ha creado un grupo de debate entre expertos de diferentes disciplinas para elaborar pensamiento sobre Nuevas Perspectivas para un Mundo Diferente y en su última convocatoria ha analizado el  liderazgo de la OMS a nivel global, que a todas luces  parece insustituible.

El nuevo sistema internacional surgido tras la IIª Guerra Mundial en torno a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se fundamentó en la necesidad de primar la cooperación interestatal en diferentes ámbitos. Fruto de esta aspiración surgió la OMS el 7 de abril de 1948, con sede en Ginebra, Suiza, cristalizando así, por fin, un empeño que pese a varios intentos previos, no había llegado a cuajar. Desde entonces, y tras lograr la erradicación de la viruela en 1979, la OMS ha liderado distintas iniciativas como la lucha contra el VIH, la tuberculosis, el cólera, la malaria o la poliomielitis, convirtiéndose en la institución de referencia mundial en materia de salud.

Entre carencias, virtudes y límites

Es bastante general la convicción de que la OMS necesita una reforma profunda. Quienes defienden esta necesidad tampoco ahorran los elogios por las grandes cosas que ha realizado en las décadas pasadas. No obstante, hoy día, no es menos unánime la crítica en torno a su excesiva burocratización y politización.

El poder científico y normativo de la OMS está fuera de cuestión. Su recorrido histórico la asienta como una institución dotada de gran credibilidad precisamente por su liderazgo. Citar a la OMS, contar con su aval, supone para cualquier gobierno un plus de legitimidad que ni siquiera las críticas recientes, justificadas o no, ha conseguido erosionar. Otra cosa es que no tenga problemas, sin duda inevitables en virtud tanto de los impactos de las transformaciones del sistema internacional tras el final de la Guerra Fría como del incremento de los desafíos en materia de salud a nivel global como también de la insuficiencia de sus capacidades, muy por debajo de sus necesidades.

Por otra parte, señalan los analistas el Instituto Coordenadas, justo es reconocer que también tiene sus límites en función de su propia naturaleza. La OMS puede elaborar planes, marcar pautas, dictar instrucciones, etc., pero más allá de la alerta o los programas de investigación que lidera, mucho depende de las autoridades políticas de los estados miembros, a quienes se debe y a quienes trata de fidelizar.

No perder las aportaciones que le permiten funcionar es una cuestión de la máxima importancia. Quizá por eso, en los últimos tiempos, procura templar gaitas y no crearse enemigos en parte alguna. Este malabarismo, sin embargo, saltó por los aires con las acusaciones del presidente Trump de dispensar un trato de favor a China en la gestión de la pandemia que, en último término, condujo a la cancelación de las cuotas a este organismo. Y Washington es su mayor contribuyente. Esta decisión de cortar los fondos fue objeto de muchas críticas especialmente por el momento elegido, en plena crisis epidémica global. Además, se produjo después de que la organización aceptara liderar una investigación independiente sobre la COVID-19 e introducir reformas, aunque habría que esperar un tiempo pues este no parece el momento propicio ni para una cosa ni para la otra.

Inmersa como la propia ONU en un debate interminable sobre su reforma desde hace décadas, la OMS necesita afirmarse como una agencia multilateral no solo para confrontar las pandemias globales sino para encarar los más amplios desafíos en materia de salud pública. Pero ello es imposible sin el concurso de los estados, que deben dar luz verde a la priorización de la acción independiente, basada en criterios profesionales y científicos, que sus expertos pueden aportar. No obstante, que los sujetos de la institución sean los estados, introduce un factor de politización difícilmente sorteable. Las estructuras formales de la organización podrían secundar sin más los puntos de vista científicos de los expertos, tal como hemos visto en la gestión nacional de la crisis de la COVID-19, pero no es fácil. En cualquier caso, la mejora de la coordinación política y su conciliación con el acervo científico se aventura como insoslayable criterio de reforma.

Las cuentas de la OMS

La OMS está integrada por 194 estados y dos miembros asociados que se reúnen anualmente en Ginebra en el marco de la Asamblea Mundial de la Salud. Su presupuesto ronda los seis mil millones de dólares que se financian mediante una combinación de cuotas fijas y voluntarias. Estas últimas pueden ser de contribuyentes estatales y no estatales y hoy representan la mayor parte de los ingresos.

EEUU ha sido el principal contribuyente a los presupuestos de la organización. Le siguen la Fundación Bill y Melinda Gates junto a la Alianza Gavi –para el fomento de la vacunación-o la asociación benéfica National Philanthropic Trust. En los últimos años, el creciente protagonismo de la industria farmacéutica ha sido objeto de polémica por su posible incidencia en la orientación de sus actividades. Entre los estados, los europeos no destacan especialmente. China representa ya el 12% del presupuesto (España, un 2,14%). En la asamblea realizada a mediados de mayo, Beijing anunció una donación de 2.000 millones de dólares en dos años para apoyar las necesidades de los países más pobres.

Las cuotas fijas de los Estados miembros se determinan en función del PIB, es decir, resultan de la aplicación de unos baremos establecidos. Por tanto, la mejora de su financiación depende de las aportaciones voluntarias, vitales para desarrollar sus programas especiales. El sector privado, las fundaciones, etc., desempeñan aquí un papel clave, y más allá de los intereses corporativos o sectoriales la cuestión esencial radica en preservar la primacía del interés general ya que los beneficiarios principales de la labor de la OMS debieran seguir siendo los países más pobres.

Liderazgo indiscutible

Pese a sus carencias, señalan los expertos convocados por el Instituto, la autoridad referencial de la OMS se ha revelado indiscutible en esta pandemia, contribuyendo a la promoción de la cooperación contra la COVID-19 de forma muy notoria, especialmente teniendo en cuenta la escasa preparación de muchas autoridades ante este brutal azote y la debilidad de muchos liderazgos.

Es importante aumentar el apoyo político y financiero al organismo como también encarar el reto de su reforma para permitirle ganar en independencia, en despolitización, en coordinación internacional y en eficiencia. Ese momento no debiera demorarse mucho.

SOBRE EL INSTITUTO COORDENADAS DE GOBERNANZA Y ECONOMIA APLICADA

Instituto de pensamiento e investigación de la interacción entre gobernanza y economía aplicada para avanzar en constructivo y en decisivo sobre el trinomio: bienestar social, progreso económico con justicia social y sostenibilidad ambiental; en pleno entorno evolutivo sin precendentes desde finales del Siglo XVIII y principios del XIX con la revolución industrial. Fiel a sus principios fundacionales de independencia, apartidismo y pluralidad, el Instituto lidera proactivamente la fusión entre la esencia y la innovación de la liberalización económica, como mejor modelo de afrontar los retos presentes y futuros de país, de Europa y del mundo.

NOTA DE INTERÉS: La información de este comunicado de prensa es un resumen de interés público proveniente de trabajos de análisis e investigación; de grupos y sesiones de trabajo de expertos y/o producción de artículos científicos del Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada. Los documentos originales y completos son de uso interno y de titularidad exclusiva del Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada.