Cuando apenas ha transcurrido mes y medio desde que Abengoa presentara preconcurso de acreedores e iniciara el camino de lo que puede convertirse el mayor concurso de acreedores de la historia empresarial española, la que fuera joya de la corona de la multinacional sevillana, Abengoa Yield, ahora convertida en Atlántica Yield, trata de desmarcarse con la que fuera su matriz y su máximo ejecutivo, Santiago Seage, anteriormente consejero delegado de Abengoa, está pisando el acelerador para ampliar al máximo las distancias entre la yieldco y Abengoa.
En menos de una semana ha formalizado el cambio de nombre, de Abengoa Yield a Atlántica Yield, manteniendo el ticker del Nasdaq (ABY) e incorporado un nuevo director financiero, Martínez-Davis, ajeno por completo a la empresa sevillana, con formación USA y experiencia acreditada en banca de inversión también USA.
El objetivo de todo este movimiento es visualizar, sobre todo en el mercado USA, la independencia operativa de Atlántica respecto a Abengoa. Y no sólo por una cuestión estética, de eludir molestas identificaciones con un grupo que está en pre-concurso de acreedores, sino por pura supervivencia.
Atlántica es una yieldco químicamente pura, que gestiona activos industriales con ingresos recurrentes y predecibles, con estructura corporativa enfocada a maximizar la rentabilidad de sus accionistas y por ello es imperativo que quede lo más alejada de cualquier daño colateral de Abengoa y mantenga la confianza de los inversores como Jennison Associates, MFS Investment Management o Guggenheim Funds Investment Advisor, que controlan una parte nada desdeñable de la compañía y en la que Abengoa mantiene un 43,19% del capital.
La estrategia es convencer a los mercados de que Atlántica es una sociedad con autonomía de gestión; con sede el Londres y sometida a las leyes británicas; con consejo de administración con mayoría de independientes y en el que Abengoa sólo tiene tres puestos de ocho; sin compromisos ni ataduras con terceros. Y para ello nada mejor que repetir una y cien veces que no hay control de Abengoa o que no son filial de la misma. El tiempo se encargará de determinar si la estrategia tiene éxito.
En cualquier caso, preservar Atlántica también es vital para la propia Abengoa. Los dividendos que reparte son casi su mayor fuente de ingresos y su solvencia financiera es el soporte de todas las operaciones de salvamento que se están estudiando para la supervivencia de la multinacional andaluza. No olvidemos que más del 40% de su participación en Atlántica Yield está pignorada como garantía de diversas financiaciones.
Atlántica no es cosa menor. Con un margen de Ebitda del 84%, su capitalización bursátil, por encima de los 1.600 millones de euros, se aproxima a la de FCC (1.789 millones) o a Técnicas Reunidas (1.734 millones), y supera ampliamente la capitalización de algunas sociedades del Ibex35 como Indra (1.412 millones), OHL (1.343 millones) o SACYR (808 millones de euros).
En la actualidad, el volumen de deuda de Abengoa con sus bonistas asciende a 4.420 millones de euros.
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Las yieldco vienen a ser la versión más moderna y perfeccionada del clásico “las partes valen más que el todo”. Se trata de sociedades cotizadas, mayoritariamente ligadas al sector energético, con activos que tienen ingresos recurrentes y predecibles y que permiten dar dividendos altos de forma sistemática y que llegan hasta el 90% de sus beneficios.
Tienen la ventaja añadida de que mediante las yieldco las sociedades matrices pueden desconsolidar deuda, pues los activos se traspasan con su respectiva carga financiera. Con mínima estructura corporativa, las yieldco se dedican a gestionar los flujos de caja, pagar deuda y remunerar al accionista. Inicialmente estaban asociadas a una sociedad matriz, pero su tendencia es a desligarse de ellas y convertirse en sociedades patrimoniales. En España sólo cotiza una yieldco, Saeta Yield, promovida por ACS para aglutinar sus activos de energías renovables, en el mercado desde febrero de 2015. Acciona tiene un acuerdo con KKR para hacer algo similar.