Marruecos se ha consolidado como una gran potencia agrícola mundial. Sin ir más lejos, desde 2022, por ejemplo, es el tercer exportador mundial de tomate. Pero sus recursos y capacidades manifiestan no poca ambición. La huerta marroquí se afianza como un complemento indispensable en Europa y España puede ganar con ello si ponemos más el acento en la cooperación y menos en el conflicto.
Un impulso que viene de lejos
Fue en 2008 cuando el gobierno marroquí aprobó el plan ‘Le Maroc Vert’ (Plan Marruecos Verde, PMV). El objetivo era apoyar la agricultura para contribuir al desarrollo de la economía del país. Apuntaba a dos principales ejes:
El primero enfocado en modernizar el sector en su conjunto para que este pudiera conseguir una alta productividad. Debía satisfacer las demandas del mercado, así como desarrollar las exportaciones agrícolas. Esto afectaba también a todas las actividades industriales relacionadas con la agricultura.
Por otro lado, también aspiraba a mejorar las condiciones de vida del pequeño agricultor. A través del lanzamiento de varias cooperativas de agricultores pretendía luchar contra varios factores, muy especialmente atajando la pobreza en las áreas rurales mediante el aumento de los ingresos agrícolas y la promoción de la agricultura de solidaridad.
Desde entonces, el mercado de la agricultura no ha hecho más que crecer. Ha permitido la creación de cooperativas agrícolas, la mejora de la cooperación entre el Estado y los profesionales del sector, la mecanización de los procesos agrícolas y la gestión de la economía del agua. También la producción de productos agrícolas ha mejorado considerablemente, así como la calidad de estos, incluyendo las frutas y verduras. De esta manera, el sector agroalimentario marroquí crece en producción en cada campaña y accede a mayores cuotas de mercado dentro del continente europeo.
Tras el PMV, el Green generation Plan 2020-2030 contempla aumentar la producción agrícola, mejorar los ingresos de los agricultores marroquíes y disminuir el consumo de agua en la industria agrícola. España ya ha otorgado a Marruecos varios créditos para desalinizadoras y para la instalación de potabilizadoras. Además, desde el restablecimiento de las relaciones con Israel, Marruecos se está beneficiando de la tecnología de este país para innovar en el sector agrícola.
El sector agrícola representa en torno al 15 % del PIB en Marruecos y desempeña un papel fundamental en el empleo y las actividades, especialmente en las zonas rurales. El 70% de la población rural depende directamente de ella. El desarrollo agrícola y rural constituye un talismán para impulsar la modernización social en el reino alauí.
Éxitos y retos
El éxito de la estrategia marroquí radica en que se beneficia de la mano de obra barata, un factor a día de hoy determinante para la competitividad de los productos agrícolas que Marruecos exporta. Sin embargo, la colaboración con socios extranjeros (muchos de ellos españoles, por supuesto) sugiere la exploración de nuevas formas de gestión de los recursos agrícolas y el uso de la tecnología (de drones, por ejemplo) para el control de los cultivos.
La sequía es quizá el punto de mayor preocupación a futuro por lo que el interés por soluciones de irrigación eficientes seguirá condicionando las decisiones empresariales del sector.
La Unión Europea y España
Desde la entrada en vigor del Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y Marruecos, las importaciones de frutas y hortalizas en España y en el conjunto de la Unión Europea procedentes de ese país se han multiplicado. Las condiciones climáticas de Marruecos y los bajos salarios y costes de producción permiten que puedan exportar fácilmente sus productos agrícolas a la Unión Europea y competir con los productos europeos al tener unos precios más bajos. El impulso definitivo de esta relación se sitúa en 2012, cuando se firma el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y Marruecos.
Este marco ha generado beneficios tangibles a ambas partes, aunque también originado tensiones que conviene gestionar con altura de miras y visión de futuro. Así lo ha enfocado la Comisión Europea que aprobó en 2022 un programa de 115 millones de euros para impulsar la agricultura ecológica, inclusiva e innovadora en Marruecos. Se trata del primer acuerdo de este tipo con un tercer país extracomunitario. Esta ayuda ha permitido al Reino mejorar su producción reduciendo el uso de fertilizantes y pesticidas.
Para muchas empresas españolas del sector, Marruecos figura como prioridad en sus objetivos de expansión internacional. Aproximadamente, el 10% de las empresas españolas en Marruecos se dedican directa o indirectamente al sector primario y el 54% de las empresas que operan en el sector son españolas que se han instalado en el país magrebí. La inversión bruta directa en el sector primario por parte de España en 2022 superó los 23 millones de euros.
España es también un referente para Marruecos a la hora de importar muchos bienes que entran en el proceso de producción y protección de cultivos. En 2023, por ejemplo, Rabat importó 200 millones de plantas, el 95% procedentes de España. El plástico que usan en los invernaderos, los fitosanitarios y, en general, todo lo que entra en la cadena de producción, procede casi en su totalidad de España.
Un sector estratégico
El sector agrícola en Marruecos ocupa una posición estratégica en la economía marroquí y desempeña un papel importante en el desarrollo socio-económico del reino. Contribuye con un alto porcentaje al PIB nacional y sigue siendo una fuente de ingresos para el 40% de la población activa en Marruecos.
En paralelo, el sector marroquí de la agroindustria ha experimentado un crecimiento sostenido en la última década. Marruecos exporta más de 200 tipos de productos vegetales procesados.
Para la UE, y muy específicamente para España, Marruecos representa la oportunidad de complementar su huerta a través de una gestión compartida de una agricultura que se halla a las puertas de una gran transformación.
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