¿Genocidio o liberación? El solo planteamiento en estos términos de la compleja cuestión del descubrimiento de América o del encuentro entre dos mundos, invita a la confrontación o la simplificación maniquea. Esto puede ser útil coyunturalmente a determinados intereses políticos y hasta electorales, pero se sitúa muy lejos del rigor histórico que debe ser construido a partir de la investigación y del diálogo franco. Y es que otra vez, al abrigo de las celebraciones del 12 de Octubre, volvió a la palestra un debate recurrente en los últimos años. El presidente mexicano, López Obrador, exigió de nuevo a la Corona Española una disculpa pública por la colonización de América, un envite que algunos califican de acto de dignidad histórica pero otros también de arma ideológica. El Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada ha celebrado un debate sobre esta cuestión con el fin de sosegar una controversia que puede resultar tan interminable como dañina a los intereses reales de las sociedades de ambos lados del Atlántico.
Revisitar el papel de Cristóbal Colón en el devenir del continente americano no tiene contraindicaciones siempre y cuando se aborde desde otras narrativas y otros referentes que puedan servir de complemento para enriquecer la interpretación de aquella gesta. Las interferencias políticas, del tipo que sean, sin embargo, pueden trastocar lo que de inicio podría celebrarse como un loable empeño.
El propio Estado mexicano que hoy reclama una disculpa a otros quizá también debería pedir disculpas a los propios zapatistas y a los diferentes pueblos indígenas que se consideran sometidos aun hoy día, según ha manifestado Héctor Rosales, investigador del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM. En esa misma línea, en lugar de airadas reclamaciones de cuentas por litigios pasados lo que cabría desde la actualidad es alentar tanto el orgullo de la identidad propia como, en paralelo, la exaltación de las bondades de la integración, ese mestizaje que fue la norma desde el siglo XV hasta la actualidad.
En los últimos años, señalan los analistas que intervinieron en el debate del Instituto Coordenadas, numerosos países de América Latina han rebautizado esta fecha con diversos talantes y enfoques. Desde Chile a Argentina, Bolivia, Costa Rica, Venezuela, Nicaragua o el propio México. El último ha sido Honduras. En todos ellos, el patrón ha sido el mismo: reivindicación de los pueblos autóctonos descalificando el “Día de la Raza”, por entender que se trata de una denominación “discriminatoria, racista y peyorativa”. Es un proceder tan legítimo como respetable y poner el foco en ello poco conocimiento efectivo puede aportar al signo profundo del debate.
A la polémica se ha unido la sensible carta del Papa Francisco en la que pide “perdón” a México por los “pecados y acciones” que no contribuyeron a la evangelización. El nuncio en España Bernardito Auza contextualizó la prédica papal en la defensa de un espíritu abierto y conciliador que debe alcanzar al análisis interpretativo de la realidad de aquel tiempo y su proyección en el día de hoy, cuando debiera primar un enfoque constructivo y equilibrador resultado de la ponderación de los errores y los aciertos, de los excesos de unos y de los demás.
La existencia de luces y sombras es imperativa en cualquier relectura objetiva del pasado y debe formar parte de la purificación de la memoria. El profesor Ramón Tamames, por ejemplo, ha enfatizado el significado histórico de aquel proceso de globalización que España co-lideró en los siglos XVI a XVIII, alcanzando a las Américas y el Pacífico. En ese tránsito, personajes históricos como Bartolomé de las Casas o Antonio Montesinos denunciaron el trato dado a las comunidades indígenas como también habría que considerar las previsiones de unas Leyes de Indias que marcaban una diferencia sustantiva en relación a la conducta de otros países colonizadores.
En la misma línea, coinciden la mayoría de los expertos que han analizado esta cuestión, cabría matizar cualquier idealización del mundo precolombino, a menudo ensalzado como una especie de Edén primitivo, una versión contestada por muchos investigadores que, muy al contrario, ponen el énfasis en la implacabilidad del dominio de unas etnias sobre otras. Evidencias arqueológicas recientes han ratificado la autenticidad de relatos que hasta entonces se habían relativizado. Si Hernán Cortés, al frente de 700 hombres, logró conquistar México fue porque reclutó un poderoso ejército local de 300 mil indios que se rebelaron contra el imperio de Moctezuma. Sin esa cooperación por parte de quienes vieron en la llegada española una oportunidad de oro para lograr su emancipación, aquella aventura habría fracasado estrepitosamente. Es un fenómeno conocido, pero no un dato menor.
Por tanto, si existe una dimensión del relato que abunda en el contraste entre los horrores cometidos por los españoles y la exaltación de las civilizaciones indígenas, este debe ser complementado con otras piezas del rompecabezas de aquel choque tectónico cultural y civilizatorio.
Dicha tarea, nada fácil por otra parte, debiera excluir los dobles rasero, es decir, justificar a unos para condenar a otros, evitando juicios extemporáneos que deben sucumbir a lo realmente útil y conveniente hoy día: proporcionar claves para el conocimiento y la comprensión.
Nadie debiera escandalizarse del propósito de aportar una mirada más crítica de grandes figuras como el propio Colón, de quien tanto nos alejaríamos si nos quedamos con la imagen del héroe impoluto como del incitador principal a un saqueo y genocidio en contra de los indígenas.
Guardar distancia respecto a los enfoques políticamente interesados y adoptar precauciones metodológicas y conceptuales para estudiar un hecho de tal significación global e histórica es una exigencia de rigor. No menos merecen las sociedades actuales en las que coexisten múltiples puentes para construir relaciones ricas e integradoras que todavía palpitan en el largo proceso de acercamiento entre España y América Latina.
Frente a los agoreros del fatalismo y la estigmatización, el reencuentro fraternal y objetivo debiera ser liderado por una apuesta compartida por el conocimiento, más un compromiso perenne que una tarea a consignar en un efímero programa electoral.
SOBRE EL INSTITUTO COORDENADAS DE GOBERNANZA Y ECONOMIA APLICADA
Institución de pensamiento e investigación de la interacción entre gobernanza y economía aplicada para avanzar en constructivo y en decisivo sobre el trinomio: bienestar social, progreso económico y sostenibilidad ambiental; en pleno entorno evolutivo sin precedentes desde finales del Siglo XVIII y principios del XIX con la revolución industrial. Fiel a sus principios fundacionales de independencia, apartidismo y pluralidad, el Instituto lidera proactivamente la fusión entre la esencia y la innovación de la liberalización económica, como mejor modelo de afrontar los retos presentes y futuros de país, de Europa y del mundo.
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