La cumbre del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCEAG) del 5 de enero en la histórica ciudad saudí de Al-Ula (provincia de Medina), en el noroeste del país, dio un vuelco al optimismo en la zona consiguiendo dar carpetazo a la crisis con Catar, una de las más graves vividas desde su creación en 1981 y que afectó sensiblemente a su capacidad de interlocución e influencia, además de dividir profundamente la región.
Recuérdese que, en junio de 2017, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto impusieron un bloqueo terrestre, aéreo y marítimo contra Catar. Dichos países acusaron a Doha de intervenir en sus asuntos internos y de apoyar el terrorismo, acusaciones que las autoridades cataríes siempre negaron. Qatar logró sortear el bloqueo terrestre, marítimo y aéreo con ayuda de Irán, Turquía y Omán, avanzando en su soberanía alimentaria, si bien pagando una elevada factura para hacer uso del espacio aéreo iraní. Desde ese año 2017, el Emir catarí dejó de asistir a las cumbres anuales del Consejo, optando por enviar representantes de bajo perfil.
El pliego de condiciones impuestas para levantar el aislamiento incluía trece peticiones. Entre otras, el cierre de la televisión Al Jazeera; la clausura de una base militar turca en Doha; la retirada del apoyo a los Hermanos Musulmanes; y el enfriamiento de los lazos con Irán, con quien Catar comparte un importante yacimiento de gas. La postura de Doha ha sido siempre considerar "injustificadas" estas condiciones.
En la víspera de la reunión en Al-Ula, el anuncio de la reapertura de las fronteras terrestre, marítima y aérea entre Riad y Doha, seguida de la confirmación de la participación en el encuentro del Emir catarí, confirmó la expectativa de un vuelco en la situación, abriendo las puertas a la reconciliación para poner fin a 43 meses de una crisis que desestabilizaba la zona geopolítica.
Sin duda, en ello influyó la habilidad de los mediadores tras varios intentos fallidos, pero también la compleja coyuntura actual, marcada por los estragos económicos que ha provocado la crisis sanitaria de la Covid-19, entre ellos, con la drástica caída del precio del petróleo.
El Acuerdo de Al-Ula firmado durante esta cumbre, subraya la importancia de la estabilidad regional, apela a unificar esfuerzos para enfrentar los graves desafíos de su agenda -incluyendo el programa nuclear de Irán-, enfatiza la solidaridad de los países árabes y del Golfo, y refuerza la continuidad de la amistad y la hermandad entre sus naciones, proyectándose al conjunto de los países y creando un modelo de resolución de conflictos que generará réditos políticos en el futuro inmediato.
Doble mediación y simbólico abrazo
El éxito diplomático se logró en esta ocasión con la participación activa de Kuwait y de EEUU. En las capitales de ambos países se expresó la esperanza de que este paso contribuya a alcanzar la anhelada estabilidad de la región y a garantizar la seguridad y la prosperidad de los países árabes, y del conjunto de las naciones.
El Emir de Kuwait, el jeque Nawaf al Ahmed al Jaber al Sabah, que lideró esta fructífera negociación, capitalizó el hallazgo del compromiso. No obstante, debe destacarse igualmente el papel de Jared Kushner, asesor presidencial estadounidense, que efectuó su última gira regional en diciembre con este asunto como punto principal en su misión por la zona. Estados Unidos ha reconocido la intensificación de la presión para resolver esta crisis, insistiendo en que la unidad del Golfo Pérsico es necesaria para aislar al principal rival estadounidense en la región, Irán.
"El reino está feliz de darle la bienvenida", aseguró el príncipe heredero saudita, Mohamed bin Salmán, al saludar en la pista del aeropuerto de Al-Ula al emir de Catar, el jeque Tamim bin Hamad Al Thani, quien pisó suelo saudita por primera vez desde el inicio de la crisis. Los dos líderes se abrazaron, y las imágenes de la bienvenida se difundieron ampliamente en las redes sociales.
Un éxito árabe
La reapertura de las fronteras y el fin del bloqueo representa un regreso a la normalidad, premisa indispensable para encarar la agenda pendiente. Es también un reconocimiento de que sin Catar, el Golfo no está completo. Y si la reanudación de los intercambios es un movimiento práctico que simboliza la fuerza natural de la interdependencia, el embargo vino a representar un icono donde el intento de aislar a Catar dentro de la región carece de futuro.
El secretario general de la Liga Árabe, Ahmed Aboul-Gheit, dio la bienvenida a la 41ª Cumbre del CCEAG, significando especialmente el hecho de haber puesto fin a la disputa con Catar. Y sin duda, el fin del embargo suscrito por los Estados del Golfo pone en valor la unidad, la solidaridad y la estabilidad como claves para reducir las tensiones internas y promover un orden árabe regional compartido. Esto también permitirá fortalecer el poder y la influencia de la organización panárabe.
El clima positivo que se ha generado con una cumbre tan exitosa debiera ser impulsado con el fortalecimiento de la confianza y servir de base para que las sociedades árabes enfrenten los cruciales desafíos derivados de la pandemia en curso. Por lo pronto, es constatable la existencia de voluntad política y buena fe entre las partes para garantizar la implementación del acuerdo que debe conducir al restablecimiento progresivo de los lazos diplomáticos y comerciales, incluida la reanudación de los vuelos.
La unidad de los países que componen el Consejo de Cooperación del Golfo es ahora una “prioridad” para todos, como también el profundizar la integración y cooperación entre los Estados de la zona. Con la solución de esta crisis, Riad busca mostrarle al presidente electo estadounidense, Joe Biden, que el reino está abierto al diálogo.
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