El debate sobre la fortaleza de la democracia como expresión de la conjunción de libertad y poder de representación, pero también como ejemplo de gestión eficiente de los problemas, forma parte de la controversia global reciente a la hora de calibrar la idoneidad para afrontar situaciones de crisis como la que vivimos actualmente, en medio de una pandemia global. Frente a quienes prefieren enaltecer el valor de los mecanismos autoritarios para responder eficazmente a un desafío de estas características, eludiendo debates, a veces desmoralizantes es verdad, y acelerando la toma de unas decisiones que se aplican a rajatabla y con pocos o nulos miramientos, los sistemas políticos democráticos no han mirado para otro lado.
La Cumbre de la Democracia que se celebra en Copenhague ha sido la oportunidad elegida por el Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada para que un grupo de expertos analice las formas de fortalecimiento del sistema democrático para hacer frente a retos tan singulares como el que plantea la actual pandemia.
De entrada, señalan esos expertos, habría que decir que entre los gobiernos más eficientes frente al reto pandémico figuran países democráticos como Nueva Zelanda o Taiwán, pongamos por caso, con resultados políticos, sanitarios e incluso económicos que les sitúan a la cabeza de cualquier palmarés y que por ello debieran reivindicarse más. En aquellas democracias donde dichas capacidades se han visto menguadas, más que al sistema en sí habría que achacárselas a situaciones políticas endiabladas por mil razones que han podido condicionar la autenticidad y eficacia de las alternativas aplicadas. Pero de ello tampoco debiera derivarse ningún complejo.
Por tanto, afirmar en general que los sistemas autoritarios son preferibles frente a las democracias a la hora de responder a grandes crisis no deja de ser una falacia que merece ser objeto de cuarentena en sí misma. Por el contrario, preservar plenamente las libertades individuales y colectivas, o mitigarlas levemente, y al mismo tiempo, garantizar la supervivencia económica y evitar el colapso de los sistemas de salud es una elección si bien difícil, igual de alternativa.
Pero el problema va más allá de la coyuntura, reiteran los analistas del Instituto Coordenadas. El hecho de que países autocráticos, amparados en su creciente poder económico e influencia geopolítica y/o estratégica, se afiancen como una alternativa en una sociedad internacional que en pocos años ha acumulado dos gravísimas crisis (la financiera de 2008 y la sanitaria de 2020) ha encontrado en la pandemia un instrumento de propagación de sus hipotéticas excelencias.
En este contexto, importa especialmente no solo hacer balance sino igualmente abordar una puesta al día de los sistemas políticos liberales. La Cumbre de la Democracia en la capital danesa está dedicada a fortalecer la determinación de las democracias del mundo proporcionando un foro estratégico de alto nivel centrado exclusivamente en dicha causa.
Organizada por la Fundación Alliance of Democracies, entidad sin fines de lucro fundada en 2017 por el ex primer ministro danés Anders Fogh Rasmussen, ha recibido un fuerte apoyo de líderes políticos, empresariales y sociales.
En ella, coinciden los expertos convocados por el Instituto Coordenadas, resonará especialmente el mensaje de la presidencia de los Estados Unidos. Joe Biden ha apelado a la acción conjunta de las democracias para defender sus principios y valores. En su primer discurso ante el Congreso, el presidente estadounidense planteó medidas audaces y con gran potencial para recuperar la sintonía y el consenso no solo con su propia población y se diría que sus mensajes equivalen a serias propuestas de reinvención del capitalismo y la democracia estadounidense. Por tanto, el significado político de las medidas anunciadas, a las que espera un intenso debate e incierto recorrido, va más allá de paquetes ingentes de estímulo para reflotar la economía para señalar un nuevo rumbo político en la era pos-pandémica que recupere el protagonismo de la clase media, el gran baluarte de la democracia liberal.
En el informe Democracy Perception Index, elaborado por la consultora alemana Latana en colaboración con la propia fundación danesa Alliance for Democracies se recogen algunos de los factores que más preocupan a los entrevistados como fuente de amenaza para la democracia. En ese listado destacan el alcance de problemas como la desigualdad económica (64%), las limitaciones a la libertad de expresión (53%) o elecciones injustas o fraudulentas (49%). Asimismo, al 48% de los encuestados les inquieta el poder que tienen los gigantes tecnológicos. Todo ello indica un catálogo de aspiraciones al que las sociedades democráticas deben hacer frente sin dilación.
La hegemonía democrática en el mundo es objeto de disputa por las potencias autoritarias. Los principios y valores tradicionales del orden liberal, el reforzamiento de las instituciones multilaterales, la revitalización de las alianzas, la defensa de los derechos humanos, precisan de una defensa robusta y cohesionada.
Los pasos atrás son posibles y el autoritarismo está siempre al acecho, recuerdan los analistas del Instituto Coordenadas. Las quiebras económicas y sociales son el caldo de cultivo predilecto, la prueba de fuego más determinante para que las democracias sean capaces de arbitrar respuestas que tengan en cuenta las aspiraciones al bien común de las mayorías sociales. Dormirse en los laureles es un lujo que no se pueden permitir.
Es muy posible que en este año se lleve a cabo una gran Cumbre Mundial de Democracias. Será una oportunidad para que países de todos los continentes expresen alto y claro que pese a sus defectos, hoy por hoy, la democracia no tiene alternativa. Esa circunstancia tiene como principal enemigo la complacencia y obliga a una actualización permanente. Como lo expresara W. Churchill, “la democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás”.
SOBRE EL INSTITUTO COORDENADAS DE GOBERNANZA Y ECONOMIA APLICADA
Institución de pensamiento e investigación de la interacción entre gobernanza y economía aplicada para avanzar en constructivo y en decisivo sobre el trinomio: bienestar social, progreso económico y sostenibilidad ambiental; en pleno entorno evolutivo sin precedentes desde finales del Siglo XVIII y principios del XIX con la revolución industrial. Fiel a sus principios fundacionales de independencia, apartidismo y pluralidad, el Instituto lidera proactivamente la fusión entre la esencia y la innovación de la liberalización económica, como mejor modelo de afrontar los retos presentes y futuros de país, de Europa y del mundo.
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