Cuando la política monetaria del BCE puede sustituir a los gobiernos nacionales
Análisis, 30 de marzo de 2016
Hace una semana, el influyente economista jefe del Banco Central Europeo (BCE) y miembro de su Comité Ejecutivo, el alemán Peter Praet, se descolgaba, pese al rígido protocolo del BCE en materia de declaraciones públicas, con unas manifestaciones en las que señalaba que el BCE no sólo podría seguir bajando el tipo de interés del crédito, sino también “imprimir dinero nuevo” y entregarlo directamente a las familias, se supone que para aumentar el consumo.
Los analistas se han llevado las manos a la cabeza ya que la propuesta de Praet sería tanto como retornar parte de los impuestos cobrados a los contribuyentes, pero sin que los gobiernos renuncien a ese dinero, sino que sea el BCE el que imprima dinero “nuevo” para reintegrar parte de la renta disponible.
El riesgo, en opinión de los expertos, consistiría en crear inflación, aunque todo indica que la inflación ha pasado a un segundo término, en el orden de preocupaciones del BCE. La propuesta del alemán, sería como aplicar una política fiscal laxa, pero sin que lo hagan los gobiernos bajando impuestos, sino siendo el banco central el que imprima el dinero.
Si los gobiernos no actúan con políticas fiscales y presupuestarias que sustituyan a la política monetaria extrema, entonces el BCE aplicaría aún más política monetaria extrema hasta el punto de ocupar el espacio de la política fiscal de los gobiernos.
En opinión de analistas de referencia, las declaraciones de Praet no son producto de la espontaneidad, sino que obedecen a la disposición de Draghi a llegar hasta donde sea necesario para sacar la economía europea del bloqueo y respaldar a los bancos, sin los cuales la economía no puede funcionar de manera sostenida en el tiempo. Y si hacen falta tipos de crédito negativos, los habrá y si hace falta entregar dinero recién impreso, lo hará.
El problema surge cuando se puede llegar a la conclusión de que el monetarismo extremo elimina los incentivos para que los gobiernos hagan su parte y aborden reformas estructurales tan necesarias para sanear la economía.
El inconveniente de tratar de solucionar todos los problemas con políticas monetarias heterodoxas, es que se anulan los incentivos para que los gobiernos actúen y tomen el relevo de los bancos centrales con políticas fiscales -bajadas de impuestos y rediseño de los esquemas recaudatorios- y presupuestarias que favorezcan la inversión productiva en detrimento del gasto corriente.