A menudo se escuchan los lamentos a propósito de la escasa significación de Europa en el concierto internacional, de su incapacidad para hacer valer su significación económica o cultural en el plano estratégico. Pero no debe ser Europa tan poca cosa cuando tantos la codician. Cada uno a su manera, desde Rusia, China o Estados Unidos, todos requieren el concurso de Europa para afrontar los retos a los que se enfrenta la sociedad internacional en una coyuntura ciertamente crítica, inmersos como estamos en un cambio de ciclo tecnológico-industrial, pero también político-estratégico. Un grupo de especialistas del Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada ha analizado el fondo de la cuestión y estas son sus reflexiones esenciales.
Bien es verdad que Europa cuenta con activos importantes como su estabilidad general, económica y política o su poder blando, circunstancias que no pueden obviar también sus deméritos, entre ellos, su escasa proyección en el ámbito de la defensa o como pilar autónomo del orden mundial.
El cambio de administración en EEUU ha sugerido una urgente puesta al día del vínculo transatlántico. El presidente Joe Biden reitera que “América está de vuelta”, dando a entender que es un socio confiable y que su liderazgo global mantiene su brío. Lo reiteró recientemente en las diferentes cumbres celebradas en suelo europeo. Pero en esa afirmación, por el momento, hay más voluntad que realidad y no pocos esperan poder atestiguar pronto evidencias de dicho cambio. El ritmo del mundo se viene acelerando desde hace lustros y en los últimos cuatro años son muchas las tendencias que se han fortalecido, afectando muy especialmente a su principal rival estratégico y hoy referencia inevitable en todos los foros: China.
EEUU es consciente de que su posición no ofrece la contundencia característica del inicio de la posguerra fría. La Casa Blanca apela a los valores comunes para cimentar sólidas alianzas, sin fisuras, pero está por ver que tengan su correspondencia con “intereses comunes”. De las declaraciones a la práctica, la posición de países europeos como Alemania, Francia o Italia no es de seguidismo a pies juntillas, menos aún cuando a todos preocupa la recuperación económica mundial. La idealización también rivaliza con el pragmatismo cuando se trata de recomponer nuestras industrias y nuestras sociedades.
Con Moscú, tras la cumbre Biden-Putin parece quedar claro que las tensiones bilaterales continuarán. Rusia seguirá más próxima a China que a la UE o EEUU. Cierto, señalan los analistas del Instituto Coordenadas, que esto no es inamovible: la situación es volátil y cambios más drásticos se han vivido en el pasado; no obstante, el juego geopolítico transmite una idea fuerza: la gestión de la agenda global, que ha ganado relevancia frente a las agendas locales, requiere del concurso de más actores. Ya hablemos de la lucha contra la pandemia, la recuperación económica, el medio ambiente, etc..., imaginar soluciones basadas en decisiones adoptadas sin el concurso de países que como China van camino de representar el 20% de la economía global no es realista.
La OTAN asegura que China representa un riesgo para la seguridad atlántica, un desafío sistémico al orden internacional liderado por Occidente. Pero al margen de esta certeza, optar por la activa dinamización de bloques internacionales que desde todos los ángulos circunden al gigante asiático, eleva el riesgo de conflicto.
En Carbis Bay, el G7 lanzó el B3W (Build Back Better World), como alternativa al plan chino de la Franja y la Ruta, pero incluso sus más acérrimos defensores reconocen que no será fácil su implementación. Las cifras que lo acompañan están muy lejos de lo necesario para competir eficazmente con el plan de infraestructuras de Xi Jinping y por añadidura tendrán dificultades para reunir los fondos necesarios. Y los gestos que no se ven acompañados de acciones, a la postre generan frustración.
¿Debe participar Europa de una estrategia multilateral liderada por EEUU para contener a China? Se plantean los expertos del Instituto Coordenadas. ¿O ensayar una vía propia para acelerar el tránsito de una China autocrática a otra más democrática? ¿Puede la presión económica, diplomática, militar, etc..., cambiar a un Estado-continente como China en pleno apogeo de su poder o por el contrario esa presión fortalecerá la conciencia de asedio y por tanto le animará a blindarse dificultando el establecimiento de cabezas de puente de influencia en su interior?...
En el desembarco diplomático del presidente Biden en Europa, EEUU demostró que dispone de importantes capacidades para influir en sus aliados e incentivarles para que secunden sus enfoques. Europa, no obstante, rehúye del extremismo. En el caso de China, los intereses de unos y otros no son del todo idénticos. Para la Casa Blanca, su plan obedece a la premisa de mantener su posición hegemónica instando a las democracias liberales de Occidente a solidarizarse con la defensa numantina de su plaza, cortando el paso al gigante asiático. Los europeos tenemos diferencias ideológicas evidentes con China pero en lo económico sobra decir que la complementariedad predomina y es un socio estratégico para la cooperación. Es con China como puede recuperarse y crecer la economía europea. Por tanto, más allá de la sintonía con el apelo estadounidense, no está suficientemente claro que avancemos por la misma senda en todos los ámbitos en liza.
El sistema internacional enfrenta un punto de inflexión. Europa debe pensar por sí misma. La sociedad estadounidense está dividida a la mitad y en los años por venir, la Casa Blanca deberá afrontar una agenda interna a todos los niveles muy exigente. Nadie desea que los planes de Joe Biden puedan resultar, a la postre, tan efímeros como los de Trump. En tal contexto, Europa debiera comprometerse con una ruta que responda a su identidad geopolítica y tomando nota de las tendencias irreversibles que han aflorado en las relaciones internacionales.
¿Cómo debe posicionarse España en este dilema? Madrid necesita, primero, señalan los analistas del Instituto Coordenadas, recuperar la influencia perdida en Europa. En la última década, a raíz de la crisis financiera y económica de 2008, el peso específico de nuestro país ha menguado. Segundo, al igual que en el marco comunitario debemos proyectar nuestra singularidad, también nuestra acción debiera contribuir a fraguar una relevancia política autónoma de Europa en el mundo. Esto requiere un compromiso activo con la vertebración de consensos y la superación de los bloqueos que pueden atenazar el futuro y el papel de Europa en el nuevo orden que ahora mismo se está configurando.
SOBRE EL INSTITUTO COORDENADAS DE GOBERNANZA Y ECONOMIA APLICADA
Institución de pensamiento e investigación de la interacción entre gobernanza y economía aplicada para avanzar en constructivo y en decisivo sobre el trinomio: bienestar social, progreso económico y sostenibilidad ambiental; en pleno entorno evolutivo sin precedentes desde finales del Siglo XVIII y principios del XIX con la revolución industrial. Fiel a sus principios fundacionales de independencia, apartidismo y pluralidad, el Instituto lidera proactivamente la fusión entre la esencia y la innovación de la liberalización económica, como mejor modelo de afrontar los retos presentes y futuros de país, de Europa y del mundo.
NOTA DE INTERÉS: La información de este comunicado de prensa es un resumen de interés público proveniente de trabajos de análisis e investigación; de grupos y sesiones de trabajo de expertos y/o producción de artículos científicos del Instituto Coordenadas para la Gobernanza y la Economía Aplicada. Los papeles de trabajo y documentos originales y completos son de uso interno y de titularidad exclusiva del Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada.