La carrera hacia la COP29 se ha iniciado con un informe climático global que indica que 2023 no solo fue el año más cálido de un registro climático de 174 años, sino que lo fue por mucho. Las temperaturas récord, combinadas con El Niño, derivaron en fenómenos climáticos extremos y severos que afectaron a numerosos países de todas las regiones del mundo, ya fueran desarrollados o del Sur Global.
Pero los récords de calor continúan. El primer mes de 2024 fue el enero más cálido que la Tierra haya visto desde que comenzaron los registros. La temperatura de enero fue 1,66°C más alta que el promedio de enero para el período 1850-1900, el período de referencia preindustrial, según acredita el servicio Copernicus de la Unión Europea sobre el cambio climático.
Y ese fue el octavo mes consecutivo en el que se bate un récord de calor. Pero, sobre todo, la temperatura media de los últimos 12 meses ha sido la más alta jamás registrada: +0,64 °C respecto a la media del período 1991-2020, y +1,52 °C respecto a la media del período preindustrial, antes de que los humanos comenzaran a quemar masivamente combustibles fósiles. El umbral de +1,5°C respecto al período preindustrial es el indicado en el Acuerdo de París para limitar el calentamiento y, en consecuencia, el cambio climático a largo plazo. En buena medid, representa el símbolo de los esfuerzos internacionales para combatir el cambio climático.
Este nuevo récord no es del todo una sorpresa. Recientemente, un conjunto de trabajos científicos demostró cuál era la tendencia: el umbral de calentamiento se superó antes de lo que se pensaba. La estimación del aumento de las temperaturas difiere ligeramente entre los grupos científicos, pero todos coinciden en que el mundo está atravesando, con diferencia, su período más caluroso desde que comenzaron las mediciones modernas, un período que continuará durante mucho tiempo. Sobre todo, porque el actual fenómeno cíclico y natural de El Niño también ha contribuido al aumento de las temperaturas en 2023.
¿Cuáles son los asuntos clave y las acciones necesarias en los períodos cruciales que se avecinan, aprovechando los avances logrados en la COP28, que concluyó en Dubái en diciembre? Recorrer con autoexigencia el camino global hacia la descarbonización del mundo para 2050, en consonancia con el Acuerdo de París, adoptado en 2015 durante la COP21 de la CMNUCC (Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) es la variable determinante. Bakú, la capital de Azerbaiyán, será la anfitriona de la 29 Conferencia de las Partes (COP29) sobre el clima, en noviembre de este año.
Una mayor implicación e implementación
Un planteamiento que gana adeptos entre los países es la convicción de que pasó el tiempo de seguir haciendo lo mismo de siempre en todos los aspectos de la lucha climática mundial si realmente ambicionamos instaurar un marco sólido para el logro de objetivos climáticos cruciales y la preservación del medio ambiente, las personas y toda la vida en la Tierra.
Limitar el calentamiento global a 1,5°C requerirá una disminución del 43 % en las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030, según estimaciones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático. La quema de combustibles fósiles para electricidad, transporte y calefacción representa la gran mayoría de las emisiones nocivas, aproximadamente el 73,2 %.
A pesar de todo, hay rayos de esperanza, especialmente en el uso creciente de energías renovables, pero también en los planes de los respectivos países para avanzar hacia la neutralidad de carbono. En este contexto, los líderes descarbonizadores son aquellos con mayores inversiones en energía renovable para abandonar los combustibles fósiles. El punto de partida aceptado es que el calentamiento global se detendrá más o menos una vez que se alcance la neutralidad de carbono.
Hay países que deben liderar: Estados Unidos, China, Rusia, Brasil, Indonesia, Alemania, India, Reino Unido, Japón, Canadá, Francia, Australia, Argentina, México, Sudáfrica, Italia, Corea del Sur, Arabia Saudita, la Unión Europea y Turquía como el Grupo de los 20 (G20, responsable conjunto de 80 % de las emisiones mundiales en 2025) han rediseñado ya seriamente sus objetivos sobre esta base.
En este sentido, cabe reconocer también que muchos países están logrando avances notables para alcanzar los objetivos establecidos, en especial, la reducción significativa de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Sin embargo, las promesas y compromisos de los gobiernos no son lo suficientemente ambiciosos y, según los más críticos y/o escépticos, no nos llevarán a emisiones netas cero, es decir, a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero lo más cerca posible de cero para 2050.
Un papel fundamental reviste los planes climáticos nacionales, cuyo mayor riesgo es que se conviertan en sólo pedazos de papel destinados a evidenciar la asunción formal de los compromisos pero con escaso recorrido práctico. Para evitar que así sea, deben estar respaldados por instrumentos políticos sólidos, calculados en costos y traducibles en oportunidades de inversión listas para ejecutar.
En la próxima COP -y en las que sigan- no debiera haber descanso para impulsar las mayores ambiciones climáticas de acuerdo con la ciencia, trabajando codo a codo con todos los gobiernos, empresas, think tanks y líderes sociales. Y, naturalmente, arbitrando las compensaciones necesarias a aquellos sectores sociales obligados a asumir mayores costes a resultas de la persecución de estos objetivos.