Como en la canción de The Beatles (“The Long and Winding Road”), Gran Bretaña y la Unión Europa han culminado un acuerdo de libre comercio que pone fin a su amargo proceso de divorcio, al menos en el trazo grueso. Pendiente de algunas formalidades para su visto y place final, los embajadores de la UE lo han respaldado por unanimidad y se espera que el Parlamento Europeo no ponga impedimentos decisivos a su ratificación como tampoco el Parlamento británico. Tras conocerse el acuerdo, el índice selectivo DAX 30 de la Bolsa de Fráncfort (Alemania) marcó un máximo histórico, al situarse en 13.795,35 puntos poco después de la apertura, aparentemente por efecto del pacto in extremis para un Brexit ordenado.

El Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada ha estudiado el impacto inmediato de este acuerdo tanto desde la perspectiva comunitaria como desde la del propio Reino Unido. La conclusión desde el lado británico que visualiza el análisis del Instituto Coordenadas es que Gran Bretaña va a tener muy pocas posibilidades de ejercer una soberanía en perjuicio de los intereses europeos, lo que va a dejar un poco inquietos a los euroescépticos más recalcitrantes del entorno de Boris Johnson.

La firma de este compromiso histórico, tras largas y arduas negociaciones, evitó lo peor: una ruptura brutal sin acuerdo que habría conllevado aranceles y cuotas entre ambos mercados, así como el cierre de las aguas británicas a las flotas europeas a partir del 31 de diciembre a las 23:00 GMT. La Oficina de Responsabilidad Presupuestaria, consejera independiente del gobierno británico, había advertido que dejar la unión europea sin acuerdo reduciría un 2% los beneficios económicos del próximo año y conllevaría grandes pérdidas de empleo.

El acuerdo, de más de 1.000 páginas, posibilita una “separación sin desacoplamiento” de ambas economías, reconciliando el deseo de recuperación de soberanía de Gran Bretaña con el objetivo de la UE de preservar su unidad. Tanto Reino Unido como la Unión Europea han antepuesto pragmatismo a la firmeza de sus principios para llegar a un entendimiento.

El primer ministro Boris Johnson, desde su residencia oficial de Downing Street, dijo que se trataba de "un buen negocio para toda Europa, y también para nuestros amigos y socios". Exultante por haber conseguido cumplir su más grande compromiso -llegar a un acuerdo que materialice la decisión de abandonar la UE- para este año tras el resultado del referéndum de 2016 y las elecciones generales de 2019, por un momento pudo obviar que la pandemia, sin embargo, había alterado todos sus planes. El Reino Unido es uno de los países más golpeados por la Covid-19, con cerca de 70.000 muertos y los miles de camiones varados en Dover y Calais le recordaban la persistencia de esta fragilidad ante la aparición de una nueva cepa en su territorio.

¿Qué celebra Gran Bretaña? Esencialmente, según el análisis del Instituto Coordenadas, la recuperación del control sobre su dinero, fronteras, leyes y caladeros, dice Boris Johnson. Sin embargo, esto es relativo. En efecto, Londres no podrá hacer uso de esa “soberanía limitada” en perjuicio de Europa, so pena de afrontar las penalizaciones estipuladas. Y el capítulo pesquero ha sido más simbólico y táctico que esencial. Esta realidad puede depararle críticas y resistencias de los grupos ultras, además de las ya conocidas de la disidencia territorial (Escocia).

Por otra parte, la salida del mercado único y el final de la libre circulación será un giro colosal para los británicos tras cuatro años y medio transcurridos desde el referéndum del Brexit y casi medio siglo de integración europea. También se acabó la libre circulación que permitía a los europeos ir a trabajar a Londres o a los británicos disfrutar tanto como querían de sus residencias secundarias en la UE. Londres también se retira del programa de intercambio de estudiantes Erasmus, que será sustituido por otro programa.

A partir de ahora, los diplomáticos británicos, estima el análisis de los expertos del Instituto Coordenadas, también necesitarán el apoyo de la UE para sus "relaciones bilaterales o para intentar establecer vínculos con grupos de países" como el de Visegrado (Hungría, Polonia, República Checa, Eslovaquia).

Además, la llegada de un nuevo mandatario estadounidense en enero también es un factor a tener en cuenta, ya que el presidente electo, Joe Biden, siempre se opuso al Brexit, lo cual introduce una incógnita más a enfrentar por la diplomacia británica. La paz en Irlanda del Norte es una prioridad para el presidente electo de Estados Unidos, quien advirtió a Boris Johnson que debe respetar el Acuerdo del Viernes Santo de 1998. El irlandés Taoiseach Micheal Martin, cuyo estado miembro de la UE se habría visto muy afectado por un no acuerdo, dijo que el acuerdo era la "versión menos mala posible del Brexit".

En el orden interno, una vez alcanzado el acuerdo para definir la relación post-Brexit con la UE, el primer ministro Boris Johnson, se ha propuesto desregular y favorecer el desarrollo de las regiones más atrasadas como prioridades de su agenda política. En una entrevista con el "Sunday Telegraph", prometió “grandes cambios", entre ellos la creación de zonas francas portuarias, nuevos acuerdos comerciales y modificaciones en las regulaciones sobre datos, productos químicos o el bienestar animal. El Gobierno, dijo, "tiene la intención muy clara de aprovechar este momento para unir, equilibrar y extender las oportunidades por todo el país". Se trataría así de impulsar la economía en las regiones más desfavorecidas del país, especialmente en el norte de Inglaterra, donde los conservadores ganaron las elecciones de 2019 en bastiones hasta ahora laboristas. Lo que pretende, en suma, es superar las divisiones causadas por el referéndum del Brexit de 2016 con una agenda centrada en el desarrollo y la mejora del bienestar.

Pero en el futuro inmediato, Johnson no podrá desentenderse del todo de la negociación con la UE, precisa el análisis que hace el Instituto Coordenadas. Aún quedan muchos detalles por resolver (incluido Gibraltar) y posiblemente tomará años hacerlo. Y pueden resurgir las tensiones. Téngase en cuenta que el pacto comercial no cubrirá los servicios, que representan el 80% de la economía británica, incluida una industria bancaria que posiciona a Londres como la única capital financiera que rivaliza con Nueva York. El acceso al mercado de la UE para los bancos, aseguradoras y gestores de activos del Reino Unido será, en el mejor de los casos, irregular, estiman desde el Instituto Coordenadas.

En definitiva, el acuerdo preservará el acceso de Gran Bretaña con aranceles cero y cuotas cero al mercado único del bloque de 450 millones de consumidores, pero no evitará el golpe económico y los trastornos para el Reino Unido. Y también para los estados miembros de la UE.

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